Capítulo 20

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Esa persona no existe. No existe. No existe. Tiene que ser un truco, una mentira diagramada por Rodien para llevarme por un laberinto de pistas falsas, haciendo que camináramos en círculos constantemente.

Exacto. Tiene que ser eso. Esa persona no existe.

No tenía sentido que existiera. Era imposible. Era absurdo. Y, sobre todo, esa idea me llenaba de un nuevo miedo. Un pánico que no parecía tener límites.

La sola posibilidad de que hubiera algún otro Kozlov perdido por ahí era abominable. Temblaba ante la perspectiva de que mi padre tuviera otros familiares en las demás ciudades. Personas que compartían mi sangre, mi apellido, pero que nunca serían nada más que eso.

Y lo peor de todo, la idea de tener que enfrentarme a otro monstruo, era insoportable. Apenas podía lidiar con la mierda que era Rodien, ni siquiera quería imaginar lo que sería tener que enfrentarme a otra persona como él, tan lleno de odio y oscuridad.

Nada tenía sentido. Y entre más lo pensaba, más me angustiaba.

El apellido Kozlov siempre estuvo rodeado de mentiras, secretos y cosas turbias. Mi abuelo había sido un tirano, al igual que mi padre, ambos colaboradores en el secuestro, tortura y exterminio de cientos de mutantes en el centro Serdtse. Rodien no solo se había enfermado con el poder, sino que se dedicó a arruinar mi vida, la de Konstantine y a acabar también con la de mi madre. Sin mencionar todas las barbaridades que había hecho con los mutantes.

Ya no soportaba más, no podía aguantarlo. Necesitaba que desapareciera de la faz de la tierra de una buena vez. Necesitaba la tan ansiada paz. No solo para mí, sino para mi familia y amigos.

—Estás nerviosa.

Aparté la vista de las llamas para volverme hacia Leonid. Era entrada la noche, bastante tarde, pero no podía conciliar el sueño, así que me opté por quedarme despierta cerca de nuestro improvisado campamento.

Él se ofreció a hacerme compañía, por supuesto, mientras Kira, Anton y Akeila dormían cerca de la cueva a nuestras espaldas.

—Si, lo estoy —admití—. No puedo mentirte.

—Sea quien sea ese hombre no podrá hacerte daño, no lo permitiré.

Sonreí levemente cuando enlazó su mano con la mía.

—Lo sé, es solo que... me angustia saber que quizás sí es quien dice ser. Nunca imaginé que mi padre pudiera tener... otro hijo. O sobrino, no sé.

—El humano dijo que era tu hermano.

—Viktor no sabe ni la mitad de las cosas que dice. Nunca presta atención.

Volvimos a quedar en silencio, y aunque me dediqué a mirar las llamas como si fuera lo mas interesante de la vida, no pude desprenderme de la sensación de él observándome.

—¿Realmente te preocupa la idea de que sea parte de tu familia? —preguntó en un susurro— ¿Es porque temes que sea como tu padre?

—Supongo que sí. No lo sé.

Suspiró, pasando un brazo por encima de mis hombros para acercarme a su lado. Me apoyé sobre él, apreciando la calidez de su piel. Puso su cabeza sobre la mía, seguro pensando cómo hacerme sentir mejor.

La verdad es que no quería preocuparme más de lo que ya estaba, pero no podía evitar pensar en lo que pasaría la noche siguiente. Y cuando por fin llegó, entendí que jamás habría estado lista para enfrentarme a algo como eso.

...

La espera me estaba angustiando, lo admito. Ya me había mordido las uñas de todos los dedos de las manos y caminado por cada centímetro del suelo blanco de la cocina. Nada funcionaba para calmar el agitado latir de mi corazón.

SAMARA #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora