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Estoy cada día más esquizofrénica.

El castillo se encontraba muy silencioso, con una tranquilidad peligrosa.

Era común que a estás horas muchos pares de pues resistan contra la piedra mientras iban y venían de sus respectivas tareas.

No siquiera se había escuchado el cambio de guardias frente a mi puerta.

Me pare bajo el umbral de la puerta y miré a los lados. La nada misma.

Cómo si yo sola habitara está lugar.

Caminé por los pasillos encontrándome con la misma soledad, con el frío húmedo en cada paso.

De pronto se escuchó un grito alejado haciendo que sobresaltara ¿Que carajos fue eso?

Caminé con más prisa buscando a alguien, un solo signo de vida al menos.

Me di la vuelta al escuchar pisadas y rudo de metal de armaduras, encontrándome con dos guardias. Guardias reales que no recordaba haber visto desde que estamos en Rocadragón.

—¿Que está sucediendo?

No sabía si me sentía asustada o eufórica, lista para saltar sobre cualquiera que intenté hacer algo contra mi.

—Debe acompañarnos princesa. —Dijo uno de ellos con calma.

Ambos caminaron un paso había adelante.

—Y no intenté huir. —descubrió mi intensión— El rey no está de humor para tonterías.

¿El rey? ¿Pero que querría el abuelo? No tenía ningún sentido, no entendía.

Aún si quería correr, otro guardia asomó por la entrada.

En realidad no esperaba ver al rey, el ni siquiera podía mover un dedo por si solo, lo más probable es que me encontrara con las vivoras de Otto y Alicent.

Pero eso no respondía a mi duda de porque el rey estaba enojado. ¿Será que Alicent logró al fin que Viserys viera el problema en Rhaenyra... Estaremos ya condenados?

El cielo estaba muy cubierto, pronto comenzaría a llover.

Mi ojos se fijaron en la enorme dragona verde al fondo gruñendo, sentí el alma abandonarme.

Se me detuvo el corazón y la respiración se me atascó al ver a Aemond. Dejo volar a mi pequeño dragón de apenas tres meses, en dirección a Vhagar, rápidamente el pequeño comenzó a revolotear en su enorme osico.

Portaba una armadura entera negra con incrustaciones de oro brillantes, no llevaba el parche en el ojo dejando a la vista el safiro resplandeciente.

Y en su cabeza reposaba la corona del conquistador.

Fijé la mirada en cada uno de los presentes, algunos dispuestos en grupos amenazados por filosas espadas, sin portar las suyas propias. Otros con dagas en sus cuellos y un montón de cuerpos repartidos por el suelo.

—El rey ha muerto ¡Que viva el rey! —gritó ser Criston a quien apenas iba notando.

Mi madre y hermanos hicieron acto de presencia como rehenes, filosas hojas de cuchillas y espadas apuntando en distintas partes de sus cuerpos.

Quise ir a ellos pero al instante fui detenida con espadas apuntandome.

—He venido a llevarte conmigo al castillo, mi princesa, dónde perteneces y lugar del cual tu familia nunca debió alejarte. —Habló por fin, tenía una sonrisa extraña, casi siniestra— Me parece una ofensa que tú querida madre pensara que así podía alejarte de mi y me duele aún más que tú estuvieras de acuerdo, creí que me amabas. —fingió un tono dolido y triste.

✨Aemond Targaryen✨ One shots Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora