Capítulo veintidós

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Ahora sí que no había duda: El destino me estaba queriendo enviar señales que yo no acababa de entender. Era como querer avanzar y darme golpes contra una puerta de cristal una y otra vez.
Esa noche había vuelto a soñar con él, con Dylan. Aunque no había sido un sueño lúcido y no había podido hablar con él. Tener ese tipo de sueños no era tan fácil como te hacían creer.

Me incorporé del sofá en el que llevaba toda la mañana estirada y, de forma casi automática, abrí nuestro chat escondido en el que le hablaba casi todos los días.

Noela: Estoy perdida. Necesito entender qué quieres decirme, pero no lo logro. Me siento como si buceara con los ojos cerrados sin poder ver la orilla.

Suspiré de forma furiosa y volví a escribir, casi golpeando la pantalla con mis dedos.

Noela: ¡Necesito otra señal!

Tiré el teléfono de mala gana sobre la mesa y volví a acurrucarme en el sofá. Me quedé absorta, mirando la pantalla en negro de la televisión mientras la imagen de Oliver con aquella chica me cruzaba de nuevo la mente y el corazón.

—¿A quién escribes con esos ánimos?

La voz de Iria me hizo dar un respingo y lanzar la manta por los aires. Iria se rio de mi reacción y se hizo un hueco a mi lado.

—Pensaba que no estabas en casa —solté, con la mano en el pecho.
—Hoy no curro —Iria se inclinó hacia la mesita, alargando su mano hacia mi teléfono —¿Le has escrito a Oliver?

Una ola de terror me invadió el cuerpo, cuando me di cuenta de que me había dejado el chat de Dylan abierto. Intenté ser más rápida y me abalancé hacia el teléfono. Pero, en lugar de apagarlo, le hice una captura a la pantalla sin querer, lo que le dio tiempo de sobra de leer el propietario de aquella conversación.

—Tiene una explicación —añadí de forma acelerada.

Iria tenía los ojos clavados en el teléfono y la boca cerrada. Parecía como si se hubiera paralizado.

—¿Has conocido a alguien que se llama igual? —preguntó, frunciendo el ceño hacia mí. Acto seguido cogió aire y zarandeó la cabeza — Vaya coincidencia, ese nombre no era algo común por aquí. ¿La familia de nuestro Dylan era de Canadá, verdad?

Me quedé bloqueada por un instante en el que pensé en seguirle el rollo para no tener que contarle la vergonzante verdad. Sí, no era un nombre usual por aquí. La madre de Dylan se enamoró de su padre en un viaje que hizo a España. Era muy divertido escucharla hablar con su acento.

Iria ya se había olvidado de mi conversación. La miré mientras buscaba su teléfono y hacía scrolling en su pantalla. Cogí aire y retuve esas ganas de seguir en mi mundo hermético del que hablaban mis hermanas.

SetestreloWhere stories live. Discover now