Capítulo 30

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Evan

—Gracias —me respondió Max cuando le entregué una lata de cerveza.

—¿Cómo los ves? —me senté a su lado y Tamara volvió a echarse en mi pierna, aun con la mirada fija en el partido.

—Están un poco inseguros, no sé.

Miré a la pantalla y le di un sorbo a mi cerveza. Encogí los hombros.

—Hay que darles unos minutos más.

Max asintió con la cabeza en sentido de estar de acuerdo. T me miró y le sonreí.

—¿Me invitas un poco de tu cerveza? —se la entregué y ella se sentó para poder tomar un sorbo.

—Pensé que no te gustaba el fútbol, T —me eché en el respaldar del sillón con una sonrisa sarcástica y ella volvió a entregarme la lata.

—Eres un pesado.

Se levantó del sillón y fue hacia el otro lado para sentarse con Max, quién la abrazó cuando ya estaba a su lado. Sonreí levemente.

Hace unos días tenía miedo de que T se enamorara y más de ese tal Marcelo con el que solía salir, pero no sé cómo fue que pasó que Max apareció y lo agradezco, la verdad. Parece un buen chico. Me recuerda un poco a mí cuando tenía su edad.

—Pa, ¿el tío Michael no va a venir? —miré a T de nuevo—. ¿Lo llamaste?

—No hablo con él desde la mañana —cogí mi celular de la mesa de centro y vi que no tenía más que notificaciones de Instagram, cero mensajes en WhatsApp—. Debe estar ocupado.

—¿Y Lorena?

La miré con un gesto pícaro, ¿estaba tratando de botarme para que le diera un espacio con Max? Cuando llegué los encontré con Daniela y Miranda jugando un juego de mesa, por lo que supuse que así habían estado la mayor parte de la tarde.

—Está arriba, descansando —suspiré y me levanté del sillón—. Iré a verla, ya vuelvo.

T pareció satisfecha con su intento de hacer que me fuera, pero no me demoraría, así que no había ganado del todo.

Subí las escaleras y caminé hacia el cuarto de Daniela. Sin que se diera cuenta, abrí levemente la puerta y sonreí al verla jugar con Mary. Dejé la puerta como estaba y fui hasta mi cuarto, que ahora compartiría con Lorena porque no había otro espacio en toda la casa para ella. Tenía pensado desocupar el pequeño gimnasio que tengo armado en el primer piso, pero ella se negó rotundamente a que lo hiciera.

Entré y cerré la puerta detrás de mí. Ella me miró, estaba echada en el lado derecho de la cama, echa una bolita. Le había prestado una polera, la cual le quedaba bastante grande, pero se veía tierna en ella. Sonreí de lado y di unos cuantos pasos hacia la cama.

—¿Pudiste dormir? —negó con la cabeza—. ¿Necesitas algo?

—Ven —tocó el lado izquierdo de la cama con una mano y caminé hacia allí.

Me eché a su lado y la abracé por la espalda. Comenzó a jugar con mi mano y su respiración parecía tranquila. Habíamos estado juntos toda la tarde y recién había podido acercarme de esta manera a ella.

—¿Cómo va el partido? —susurró.

—Acaba de empezar, todavía no hay goles.

Giró hacia mí y quedamos frente a frente.

—¿Te puedo preguntar algo?

Parecía algo nerviosa, a pesar de que su respiración me había parecido bastante tranquila segundos atrás. Sonreí un poco y le arreglé el cabello.

Una vida sin tiWhere stories live. Discover now