Capítulo 35

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Evan

—¿¡Qué clase de persona eres?! —miré a Michael, desesperado, porque no me decía nada—. ¡Para el auto maldita sea!

Me hizo caso finalmente y estacionó en el primer lugar que encontró. Me bajé del auto y tiré la puerta. Estaba más que enojado con él. Necesitaba tranquilizarme. Necesitaba entender por qué me hizo esto. La imagen de Danica a mi lado, con ese vestido dorado, no se podía ir de mi cabeza. Venían como recuerdos, recuerdos de la noche de graduación, de la fiesta, de su premio...de nuestra primera vez juntos, haciendo el amor...me estaba volviendo loco. Sus palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza, como un maldito disco rayado.

Escuché la puerta de Michael cerrarse y lo miré de nuevo, entrando en razón.

—Déjame explicarte...—iba a comenzar a hablar, pero lo callé con la mano.

—¿No eras tú el que casi y me rogó que me olvidara de su existencia y rehiciera mi vida? —pregunté confundido y caminé hacia él—. ¿Por qué hiciste esto? ¿Cuál era tu plan? ¡Te dije que no quería verla!

—Necesitas tranquilizarte, Evan —trató de agarrarme el brazo y lo alejé—. Carajo, no lo hice porque estoy en contra tuyo ni...

—¿¡Ah, ¿no?! —reí a carcajadas—. ¡Me dijiste que cenaríamos con unos empresarios importantes, Michael! ¡Hablamos ayer sobre todo esto!

—Si te decía que Danica iría, ¿hubieses ido?

No podía dejar de reír. Esta persona que tenía al frente definitivamente no era mi hermano. Esta persona en frente mío ha olvido todo. Todo el maldito daño que ella nos hizo.

—Cuando se trata de Danica, no sé qué hacer.

Fruncí el ceño. Ni siquiera me dejó procesar lo que acababa de decir, porque se sacó un sobre del bolsillo de su saco. Ambos nos miramos.

—Eres un puto traidor —me tapé la boca al ver mi nombre en el sobre—. ¿¡Qué mierda no me estás diciendo, Michael!? —miró el suelo y le pegué al auto—. ¡Habla maldita sea!

—Danica me dio esta carta. Es para ti —negué con la cabeza y me alejé de él—. Sabíamos que no ibas escucharla.

—Lo tenían todo planeado, ¿no es así? —reí—. A mí que mierda me importa lo que diga esa carta, Michael. ¡Nos abandonó! —volví a acercarme a él—. ¿O es que ya se te olvidó todo por estar tirándote a su mejor amiga?

—No metas a Lucía en esto.

—¿Es lo único que te importa? —lo empujé—. Vamos, pégame, si tanto te jode que hable de ella como lo que es y lo que hacen.

—Estás molesto, Evan. Cálmate —le quité la carta de la mano.

—¿Hace cuánto nos conocemos tú y yo? —lo miré y se le cayó una lágrima—. Serán que... ¿32 años? —asintió levemente con la cabeza mirando el suelo—. ¿Y cuantas cagadas habremos pasado juntos? —reí—. Miles. Y en todas, jamás, en mi maldita vida, creí que tú eras capaz de hacerme algo así.

—Evan...

—Eres un egoísta, Michael —tiré la carta al suelo—. ¿Crees que me importa que Danica me pida perdón? ¿Perdón por no amarme? ¿Por no querer hacerse cargo de su hija? —negué con la cabeza.

—Léela. Es lo único que te pido —se agachó a recogerla y trató de dármela.

Volteé para irme, pero me agarró del brazo y no tardé en responder, lo empujé haciendo que se cayera al suelo. Su cara cambió y se llenó de enojo, se levantó y me empujó también. Comenzamos a empujarnos como nunca antes en la vida había pasado, hasta que me dio un puñete que me partió el labio.

Una vida sin tiWhere stories live. Discover now