Capítulo 33.

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Alba.

Si todo entendiéramos que en el mundo del dolor eterno, el de extrañar es el más horrible.

Comenzaríamos a disfrutar más.

Hoy te necesite Eli, y mañana lo haré y dentro de años seguiré haciéndolo.

Pero, está vez lo haré con cariño y no con tristeza.

Le confirmé una vez más hace dos semanas al señor Theodor, confirmando nuestra presencia en la fiesta de su aniversario.

Ellos estaban muy felices.

Que día tan aburrido, nuestra jefa nos dio varias semanas libre porque remodelarían eso fue un alivio.

Pero ahora me parece una tortura, mi vida social apesta, lo más cercano ahora de socializar eran mis libros.

Esto era triste.

Logan seguía visitándome, o salíamos a comer helados.

Pero, hoy estaba ocupado y no vendría, tenía la revisión de hogar y aunque me pidió que estuviera ahí la abogada le recomendó que no.

Si Eli estuviera aquí la hubiera llamado, veríamos películas, comeríamos muchas palomitas.

Busqué entre mis contactos a Fer, no creo que contestara, la última vez que la vi fue aquella vez, que Caín la cargaba para llevársela a casa.

La llamé, y no contestó de inmediato, de hecho pensé que no contestaría.

—Hola.—dijo Fer.

—Hola, ¿estás ocupada?

—Eh... no.—dijo.

—¿Quisiera acompañarme a comprar un vestido?.

—¡Si!—gritó emocionada.

Sonreí y me dijo que vendría por mí cuanto antes.

Baje para avisarle a mi madre, ella se estos días se veía bastante triste, sin embargo intentaba no demostrarlo.

—¿Quieres ir de compras?—le pregunté.

Ella negó y sonrió.

—Tengo planes.

Abrí los ojos como platos, espero que esos planes no incluyan al idiota del señor Russo.

—Mi amiga Annie y yo, iremos a esos lugares donde organizan citas a ciegas.—dijo.

Se veía muy emocionada y eso me hacía feliz, el verla sonreír de nuevo, ella merecía ser feliz.

—¿Estás todo bien?—le pregunté.

Ella asintió, se veía mucho mejor que hace días.

Me contó que el señor Russo, le había insistido varías veces para volver a salir, pero no accedió a ninguno.

Eso me dejaba mucho más tranquila.

Mi mamá merece mucho más que eso.

Escuché como tocaban la puerta y salí corriendo para abrir, vi una Fer muy feliz tras ella.

—¿Estás lista?—pregunto.

Asentí y salimos juntas hasta el centro comercial.

El desastre que nos une. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora