El chico de la ventana.

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Los niños se van dejándome pensativa. 

—Como verás ellos son mis hijos más pequeños, Dilan y Thomas. Yo soy Laurabeth Lindon. 

La miro con curiosidad, al parecer no ha mencionado a aquél hermano del que los niños acabaron de mencionarme.

—Y ¿Cuántos niños tienes?—pregunto al final. No pude resistirme.

Ella deja escapar un leve suspiro.

—Cuatro, los otros dos son: Lina y Lían.

Cuando menciona el último nombre su mirada se pierde en  la nada.

Aclaro mi garganta para que vuelva en si. 

—Lo siento.—dice—Viajo por causa de mi trabajo, no tengo mucho tiempo para cuidarlos, y Lían no está en las condiciones adecuadas para hacerlo—Me va explicando mientras camina por la casa arreglando los muebles.—Las niñeras siempre se marchan en menos de una semana, pero por suerte tienes una buena reputación en el pueblo. ¿Crees que puedes cuidar de mis hijos?—Me pregunta con una mirada perspicaz. 

—No debe preocuparse por eso señora Lindon, sus hijos están en muy buenas manos.

Ella asiente depositando en mi un poco de confianza. 

—Me iré en unos minutos, puedes llamarme cuando me necesites, mis hijos suelen ser muy molestos a veces. 

Asiento y veo como sube las escaleras  con la cabeza cabizbaja. En unos segundos después la veo regresar con unas maletas en las manos con sus hijos a su lado.  

—Mamá los verá pronto—les dice depositando en sus mejillas un delicado beso. Alina, su hija, baja las escaleras con unos audífonos puestos,  y se dirige al comedor ignorando a su madre. Noto en la mirada de la señora Lindon tristeza y descepción, de verdad amaba a sus hijos, pero su trabajo no le permitia  demostrárselos. 

—Este es tú pago por adelantado. Nos veremos dentro de unos días.

Recibo el dinero, y me apresuro a ayudarla con sus maletas, la acompaño hasta afuera, el aire frío sacude nuestro cabello. 

Me mira por última vez o eso creí, noto en segundos que mira la habitación de arriba, frente a la ventana donde  alguien está parado.  Está con un abrigo negro que no permite ver su cuerpo. 

Cuando Laurabeth se marca me apuro en entrar a la casa, cuando llego la puerta no quiere abrirse, y no tengo las llaves conmigo, las dejé en la mesa con el dinero. Miro por la ventana de el comedor Thomas está parado riéndose con las llaves en las manos.  

—¡Habrán la puerta!—Grito, pero pretenden no escucharme. 

Cuando vuelvo a ver hacia la ventana de arriba, noto que aquel chico ya no está. 


Mil razones para amarteWhere stories live. Discover now