Dulce melodía

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Después de unos minutos a fuera  reviso la parte trasera de la casa, las cerraduras de la puerta de atras no están en buenas condiciones lo que me permite  abrirla con facilidad. De inmediato me dirigo al comedor y toma las llaves y el dinero que habia dejado encima de la mesa, voy a regañar a los chicos cuando la melodía de una guitarra me detiene, el sonido procede de arriba. Alina va subiendo las escaleras cuando gira a mirarme, ve en mi mirada curiosidad por aqulla melodía. 

—Si quieres conservar tú empleo es mejor que no entres a ese cuarto, las demás niñeras no me escucharon y no les fue bien.—me avisa Alina antes de seguir su camino.

Me quedo inmóvil mientras  que el  sonido de la guitarra se va desvaneciendo.  Decido subir a mi cuarto para ir a dejar las llaves y el dinero, mis pasos son rápidos y firmes.

Antes de entrar a mi cuarto veo de lejos la habitación del fondo donde provenía la melodía, en la parede de la puerta dice " PROHIBIDO EL PASO",  siento la necesidad de acercarme y cuando me doy cuenta ya lo habia hecho, bastante, estuve apunto de tocar la puerta, y el chillido de un gato callejero me espanta. No me demoro más y me alejo.

Antes de irme a dormir reviso la habitación ded cada niño. Tococ la puerta del cuarto de Dilan y Thomas, cuando me asomo están sentados y callados en el borde de sus camas. No es algo normal en unos niños, esperaba verlos brincando como locos en sus camas y corriendo alrededor de sus juegos. Nuestras miradas se unen y no puedo evitar sonreirles, al parecer lo necesitan. Cuando voy a apagar la luz, Dilan me detiene.

—¿Qué sucede?—procedo a preguntar.

Mueve sus pies y juega con sus manos.

—¿Podrías leernos una hostoria?—me pregunta con ternura. 

Sonrio y miro a Thomas, el se mantiene cabizbajo.

—Está bien—digo.

Me les acerco y los ayudo a acomodarse en la cama, y cuando los veo cómodos inicio a contarles una historia. 

—Había una vez dos amigos llamados Pedro y Ramón que se querían muchísimo. Desde pequeños iban juntos a todas partes. Les encantaba salir a pescar, jugar al escondite y observar a los insectos. Cuando empezaban a sentir hambre, se sentaban un rato en cualquier sitio y entre risas compartían su merienda. Pedro solía comer pan con chocolate y le daba la mitad a Ramón. A cambio, él le daba galletas y zumo de naranja. Estaban muy compenetrados y entre ellos jamás se peleaban.—me detengo al darme cuenta que se han dormido, me alejo despacio y apago las luces.  Ahora me dirigo al cuarto de Alina, del cual escucho unos ruidos fuertes que me alarman. 

Mil razones para amarteWhere stories live. Discover now