Dieciséis IV

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Desde pequeño, el instinto de supervivencia de Jimin se desarrolló en su máximo esplendor

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Desde pequeño, el instinto de supervivencia de Jimin se desarrolló en su máximo esplendor. Una gran parte de ello tenía que ver con su linaje, esa decendencia de alfas puros que una generación tras otra reafirmó la superioridad de su casta sobre cualquier otra, fortaleciendo la naturaleza de la familia cada vez que nacía un nuevo integrante; Jimin había heredado gran parte de los dotes, era inteligente y tenaz, aprendía rápido, sus sentidos siempre eran agudos y estaban encendidos en todo momento. También tenía que ver con la forma en la que habían decido educarlo, privándolo de cosas esenciales, poniéndolo siempre a prueba, evaluando su comportamiento y reacciones para hacerlo capaz de controlar sus instintos a la perfección. Jimin consideraba que su forma de enfrentarse a la frustración debería haberle dado una pista a todo el mundo sobre lo que pasaría más adelante, porque él nunca había sido bueno en eso, había resaltado con creces en todo lo demás, pero en eso no. Nunca aprendió a regularse porque cuando la ansiedad de ser terrible cumpliendo le ganaba, la voluntad de su madre Haseul siempre flaqueaba. No era divertido para ninguno de los dos, ambos sufrían, no lo tomaban como el juego que su otra madre siempre explicaba y argumentaba que había sido para ella cuando pequeña. Y entonces los dos buscaban la falla, ese punto en el que algo los habilitaba para darse por vencidos.

Cuando Jimin creció y se convirtió en preadolescente, esos castigos y premios, esa dureza y crueldad dejaron de parecerle algo lógico, su cerebro ya no compró el cuento de que era por su bien. Y encontró que podía mentir, que ese vacío y la soledad que lo rodeaba lo ayudaban a crear historias consistentes, y que si practicaba como había practicado todo lo demás, podría hacerlo cada vez más rápido y de forma más efectiva. Aprendió que si se mantenía en silencio y fingía que todo estaba bien, sus madres asumían que lo estaba y lo dejaban en paz. Pero él escuchaba, tenía ojos y oídos en todas partes y se movía despacio para poder saber. Porque mientras más supiese, más podía hacer para proteger esa parte de su ser que anhelaba de forma irracional convertirse en algo distinto a lo que todos planeaban para él, esa parte que tuvo que ocultar hasta que fue un omega.

Porque cuando eso sucedió, una parte en el cerebro de Jimin le dijo que ya no valía la pena intentar encajar en ese molde que le habían forjado desde antes de nacer, que él no estaba hecho para ser un heredero desde el principio, le pidió que dejase de luchar contra ese instinto que siempre estuvo con él y que intentaron desterrar.

Ahora Jimin tiene amigos, hace y piensa cosas por cuenta propia, sale y disfruta, atesora una relación con un alfa que se preocupa por él y le recuerda que su naturaleza imperfecta no debe atormentarlo. Por eso cree que su alarma interior se encendió de inmediato aquella noche en la que no oyó a sus madres llegar a pesar de haberse dormido muy tarde en un día entre semana.

—Las señoras salieron temprano por la mañana, después de asearse y beber café —le dijo la empleada de turno.

Entonces una piedra gigantesca se le asentó en el estómago impidiéndole acabarse el desayuno, y cuando llegó a la escuela esa mañana se pasó todo el primer periodo cavilando sobre las razones que escondía aquella ausencia nocturna sin avisos, peticiones o vigilancia. Hoseok fue el primero en darse cuenta, y luego los demás; intentando alejar la tensión y los pensamientos catastróficos de su cerebro.

Yuan bei - Yoonmin (omegaverse)Where stories live. Discover now