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Para Jack inició con la desaparición de alguien que podría considerar como una hija, contrario a la historia de Will.

Will no recordaba a su madre. La presencia de la mujer había sido tan efímera que se le había escapado en un suspiro; su madre pasó por su vida como una sombra fugaz: la había visto por el rabillo del ojo, pero al parpadear antes de poder voltear a mirarla ya se había esfumado. Will no recordaba a su madre pero sí recordaba como un sueño muy vívido el sonido de la taza quebrándose en el momento en que se desvaneció tras la puerta. Y eso había sido lo único que quedó de ella, los trozos de su taza favorita rota en el suelo y té derramado en la cocina de un pequeño apartamento en Nueva Orleans.

Una taza rota, pensaría más tarde, fue también lo que marcó el inicio de su pas de deux: cuando conoció al doctor Lecter, una taza se rompió sin que nadie la tocara.

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Sin embargo, la realidad era que el inicio estaba vinculado a un libro olvidado...

Era una tarde peculiarmente helada en las calles de Baltimore. No faltaba mucho para que anocheciera y los faroles ya estaban encendidos alumbrando Park Avenue. Beverly Katz, su mejor amiga desde la universidad, tenía su brazo entrelazado con el de Will y, mientras caminaban, ella se quejaba sobre lo idiota que era Jack Crawford por no haber hecho nada cuando lo retiraron del campo sin razones aparentes que justificaran la destitución de su puesto; Will no estaba prestando atención pues no le importaba lo que Jack hiciera siempre que estuviera lejos, y en ese preciso momento sus pensamientos se habían concentrado en el sonido de las hojas crujiendo bajo sus zapatos.

De no haber sido por el sonido de la campanilla en la entrada de la cafetería, Will ni se habría percatado de que acababan de entrar a un local. Beverly le había sonreído dulcemente para luego soltar su brazo y pedirle que buscara algún lugar dónde sentarse pues ella iría a pedir sus cafés; entonces él se había girado para buscar su mesa habitual, esa en la esquina de la pared y la ventana lo más alejada de la puerta posible.

Para su sorpresa el lugar ya había sido ocupado, aunque no por mucho pues la persona que se había sentado en ella metía furiosamente sus cosas en una mochila completamente negra con un montón de cierres y cinturones; lo único que había metido cuidadosamente había sido la portátil. Era joven, no debía pasar los veintiuno, y vestía completamente de negro; Will habría apostado que era estudiante en alguna universidad de Baltimore, quizás en Johns Hopkins; pero no había podido ver su rostro cuando pasó frente a él a toda prisa.

Fue ahí cuando Will vio el libro sobre el sofá, se había apresurado a tomarlo y aunque había corrido fuera del local para alcanzar a la persona y entregarle el libro, había sido demasiado tarde: al salir y mirar en ambas direcciones desesperado, había encontrado la calle completamente desierta. Fuera del local corría un viento helado que había hecho levantar algunas hojas secas del suelo, Will había observado con atención cómo las hojas bailaban en un pequeño remolino anaranjado. Y entonces lo escuchó por primera vez. Era casi un susurro imperceptible, el sonido de unos violines acompasados por un tic tic tic tic.

Miró el libro entre sus manos, y finalmente lo observó con atención. Era un pequeño y viejo libro de pastas duras y rojas, tenía en la portada unos preciosos detalles con temas naturales y de flores grabados en negro y dorado, y en la contraportada había una enorme mandala en forma de flor grabada en negro. Rápidamente se percató de que el libro carecía de título y de autor tanto en la portada como en el lomo, y al abrirlo descubrió que las páginas legales habían sido arrancadas; lo abrió para ver su contenido, y lo primero que había leído fue la oración con la que abría el tercer capítulo: "Pero cierran los ojos para entregarse mejor a los goces de su encarnación misteriosa, y, cuando duermen, sueñan no con los ángeles sino con los mortales."; era un diálogo, y a Will le pareció estúpido, ¿en qué situación alguien diría semejante cosa?

ᴍᴀᴄᴀʙʀᴇ | ʜᴀɴɴɪɢʀᴀᴍWhere stories live. Discover now