IV

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La máquina de escribir sonaba anacrónica por toda la habitación. Desde el fonógrafo, otro elemento fuera de lugar, se escuchaban primero el arpa y luego el resto de las cuerdas, el piano, los vientos y las percusiones tan delicadas que sonaban apenas como tintineos. Al centro de la habitación un joven, no tiene más de veintiún años vestido completamente de negro; sus dedos se mueven veloces sobre el teclado creando un distintivo ritmo que sigue el tic tic tic tic. Y en el ambiente, el olor a frutos rojos es apenas perceptible.

Will, detrás de la puerta, mira atentamente los movimientos de Hannibal, quien sigilosamente entra al apartamento por la puerta principal, está vestido de forma elegante aún con aquel traje de plástico cubriendo su ropa; la aparición de ambos coincide con el primer violín haciendo aquel chillido: la danza ha comenzado, ya no es un llamado de atención al público, es el inicio del todo. El joven sigue en silencio, atento a las palabras que se imprimen en el papel. Tic tic tic tic. ¡Ding! Y de nuevo vuelve a iniciar; y entonces el joven escribe con más prisa como si estuviese aterrado de que el tiempo se le fuese a escapar al igual que el ritmo de la música.

Un staccato y la percusión intensa, entonces todo se acelera. Los dedos del joven se mueven con más prisa sobre el teclado; los pasos de los hombres son cada vez más apresurados aunque igual de sigilosos; y el tic tic tic tic es más y más molesto cada que presiona alguna tecla de la máquina de escribir. En toda la habitación sólo reina el sonido de las teclas y el que proviene del fonógrafo; es un baile, un pas de deux, un folie à deux, o tal vez son tres, pero el joven que escribe prefiere mirar atento cómo se materializa lentamente todo aquello que escribe en la máquina e ignora el resto; sólo son él, la tinta, el papel y la máquina. A un lado hay una pila de hojas, el resto del trabajo que ha estado escribiendo, y él pareciera tan ensimismado que ignora que ahora la música es mucho más tranquila pero sin dejar de ser misteriosa y amenazante pues el ritmo ha bajado pero las cuerdas y los vientos advierten algo.

Finalmente voltea en la siguiente ocasión en la que escucha las percusiones como algo que sobresalta; no hay nada, sólo oscuridad a sus espaldas y entonces por fin escucha el tic tac del reloj. Las 23:19 de aquel 31 de marzo, no lleva mucho tiempo escribiendo, al menos no desde que inició la melodía del fonógrafo. Hannibal y Will se esconden en las sombras; hombres que se han vuelto uno con la oscuridad, hombres que han vuelto al lugar del que provienen: la noche.

Y mientras la música vuelve a ser tranquila, el tic tic tic tic ¡ding! de la máquina de escribir vuelve a escucharse como un ritmo frenético. La música parece marear a los hombres que se ocultan, y mientras nuevamente la música vuelve a presentar aquel crescendo la habitación vuelve a inundarse en un ambiente lúgubre y de misticismo. El joven sigue escribiendo y los hombres que han irrumpido en la casa se acercan cada vez más peligrosamente hasta el encuentro con aquel joven.

Hannibal y Will están tan cerca que ni se preocupan por el ruido que hagan; el joven no presta atención más que a la música y al ritmo al que escribe. El resto no importa, el resto está demás. El resto es silencio y el joven sólo desea terminar, terminar porque no puede quedar inconclusa. Tic tic tic tic. Sus manos se mueven con maestría sobre el teclado y los violines y cuerdas acompasan el ritmo que lleva, un ritmo tanto lúgubre como jovial, es curioso.

23:21 y entonces ya saben lo que sucederá. Hannibal sostiene un afilado bisturí, Will mantiene una cuerda entre sus manos. La música se acelera, es una curiosa pero inquietante mezcla entre cuerdas, vientos, percusiones gruesas y tintineos que advierten un trágico final. El joven entonces escribe más aprisa se olvida de los signos de puntuación de lo que es el estilo el justificado necesita terminar necesita llegar al final porque la música está pronta a terminar y no puede dejar la historia inconclusa. Pone un punto. Otro. Otro. ¡Dios! ¿Cuándo se acaba esto?

Las percusiones estallan. Tic tic tic tic tic tic tic bum bum bum ¡Ding! ¡BUM! La música se vuelve suave y el joven frente a la máquina de escribir siente un escalofrío ve unas sombras de reojo de nuevo olvida los signos de puntuación necesita terminar porque el vinilo está por llegar a su final y él no ha terminado Hannibal y Will están cerca tan cerca que puede sentir sus respiraciones sobre su nuca y sabe sabe que ese es el momento cuando los violines comienzan a sonar cuando ya nada tiene sentido cuando se olvida de la forma correcta de escribir pero sus dedos vuelan en un frenesí sobre el teclado TIC TIC TIC TIC TAC. Un punto. Otro. Sabe que tiene que terminar cuando grita al sentir la cuerda sobre su cuello como un fantasma pero no puede dejar de escribir no ha sentido nada está adormecido e hipnotizado al mismo tiempo por el sonido de la música y las teclas. Un punto. Otro punto. La taza cayendo al suelo y el té derramándose para dejar el olor a infusión floral en la habitación. Un punto. ¿Qué sucede cuando quien escribe sueña con la muerte? Bueno eso es sencillo los personajes retoman el control y el final no es un final pues la historia al igual que la sinfonía queda inconclusa y la cuerda está más cerca y casi puede sentir el bisturí en su pecho pero nadie se ha atrevido a tocarlo aún. Punto. Y entonces, presiona las teclas pues no puede quedar inconcluso.

— No puedo quedarme a media...

ᴍᴀᴄᴀʙʀᴇ | ʜᴀɴɴɪɢʀᴀᴍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora