37. Los Tronos

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 Los Ojos Blancos contaban con una jerarquía. En lo más alto se encontraban los Tronos, grupo conformado por los ocho líderes de la organización. Cada uno de ellos era elegido por Emón entre los miembros de los Ojos, y se les asignaba un rango.

 Saidas había sido recientemente ordenado como octavo trono, el de menor rango, y ahora le habían convocado para una reunión.

 Caminaba entre los pasillos del palacio de Mandjet y entró en una sala en la que había una mesa redonda con el símbolo de los Ojos Blancos. Alrededor suyo, había ocho sillas.

 En la sala ya estaban la mayoría de tronos, solo faltaban el primero, sexto y el propio Saidas que acababa de llegar.

 —Bienvenido —le saludó el segundo trono con una sonrisa. Fue el maestro de Saidas en el arte de la espada y en muchas cosas más. Gracias a él, se había convertido en un espadachín prodigioso, pero jamás podría superar a su mentor.

 El joven sonrió de vuelta, pero no dijo nada y tomó su asiento entre el resto de sus compañeros. Había estado ahí pocas veces, así que aún sentía un cosquilleo al sentarse entre esas personas tan poderosas e imponentes.

 Entonces, entró en la sala el sexto trono. Su nombre era Zuei, una joven asesina de los Ojos que sufrió graves heridas en una batalla. Algo de una explosión le dijeron a Saidas, pero se ve que ya era capaz de caminar, aunque aún parecía bastante debilitada.

 —Te veo con buen aspecto, Zuei —dijo el tercer Trono.

 El quinto trono sonrió ante la burla hacia la chica, pero no dijo nada, al igual que Zuei, que se conformó con sentarse. Solía ser irreverente con sus subordinados, pero respetaba a cualquiera que tuviese mayor rango que ella.

 Al poco rato, entró en la sala Lord Emón, seguido del Maestro de los Ojos Blancos, el primer trono.

 Todos los presentes se arrodillaron hasta que el rey les dio una señal para levantarse y todos ocuparon sus asientos de nuevo, salvo por el propio dios, que se colocó en una esquina y observó el exterior a través de una ventana.

 —Hola a todos —saludó el primer trono—. Antes de nada, Saidas, ¿cómo fue tu misión en Agdenor?

 —El demonio mayor escapó cabalgando en una yegua demoniaca —explicó el chico—. Cuando logramos acortar la distancia, se desmontó y dejó que su montura deambulase libre mientras él escapaba en la dirección contraria. Decidí que lo mejor era ir tras la yegua. Aunque el demonio mayor es más peligroso, a corto plazo su montura sería más devastadora.

 —¿Y bien?

 Saidas sacó un cristal de su bolsillo y lo puso sobre la mesa. En el cristal estaba contenido el demonio que había capturado el otro día.

 —No está mal —dijo el primer trono—. Sin embargo, os he convocado aquí por un nuevo conjunto de órdenes. Estoy seguro de que a vuestros oídos ha llegado información de que los Ojos buscan a tres individuos. Es cierto.

 —¿Por qué no se nos ha informado al resto de tronos antes? —exigió saber el maestro de Saidas, el segundo trono.

 —Porque las tareas de los Tronos son más importantes. Sin embargo, Lord Emón ha decidido que, a partir de ahora, si se nos presenta la oportunidad, debemos capturarlos. Os advierto, los tres viajan juntos, así que tendréis que tener cuidado.

 —Y, ¿bien? ¿Quiénes son?

 —La primera de ellos y la más peligrosa es una chica mandjetita. Se trata de una psíquica llamada Shura.

 La mayoría de tronos escuchaba ese nombre por primera vez, pero el de segundo rango miró al quinto como diciendo "¿Tú sabías algo de esto?".

 —El siguiente se llama Sver —explicó el Maestro de los Ojos—. Es un ulemo y es alumno de Krada.

 Un cuchicheo recorrió la mesa, pero se apagó rápidamente.

 —Finalmente, está la sombramante Tenai —concluyó el primer trono.

 —¡Vaya! ¿Una sombramante? —dijo la de cuarto rango con una pequeña sonrisa en la boca— ¡Esto se acaba de poner mucho más interesante!

 —En cualquier caso —siguió el Maestro—, la que más experiencia tiene con ellos es Zuei. Tuvo dos enfrentamientos contra los tres. ¿Tendrías la amabilidad de darnos los detalles y algunos consejos?

 —La primera vez que los vi —empezó a explicar Zuei—, aún parecían viajar por separado. Focis, a quien, desgraciadamente, ya conoceréis, nos dijo que se encontró con la sombramante y me ayudó a rastrearla. Finalmente, le tendimos una trampa, pero el ulemo y la psíquica aparecieron. Nos llevaban ventaja, así que dejé a Focis ahí y escapé.

 »Más tarde, Mastis, el mejor demonólogo que tenía los Ojos...

 —Tampoco era tan bueno —replicó el séptimo trono.

 —Cierra el pico —le soltó Zuei—. La cuestión es que Mastis nos informó de que habían ido a su mansión. Al enterarme, fui e intenté enfrentármelos, pero ese condenado de Mastis se volvió en mi contra y con sus demonios creó una explosión que destruyó la casa.

 —¿Con sus demonios? —intervino el séptimo— Que yo sepa, sus demonios no eran lo suficientemente fuertes como para crear una explosión así.

 —No tengo ni idea. Entraron en su cuerpo, empezó a brillar y luego ¡boom! De todos modos, era mejor que tú, así que sabría más cosas.

 —Los demonios no se mezclan bien con el cuerpo humano —dijo para sí mismo el séptimo—. Siempre... bueno, casi siempre, unir un demonio y un humano resulta en grandes cantidades de energía liberada.

 —Vale, lo que sea —continuó Zuei—. En cualquier caso, cuando luchando contra ellos me di cuenta de unos detalles. El ulemo es extremadamente débil. No tiene capacidad de defenderse. Si lográis cortar su conexión con su orbe, será pan comido abatirle.

 »La sombramante, sin embargo, es más fuerte. Aunque si podéis evitar que alcance vuestra sombra, tendrá pocas opciones. Con una fuente de luz tendréis bastante ventaja. Y somos caballeros del dios de la luz.

 —Golpeadle en la espalda —respondió la cuarta.

 —¿Cómo?

 —Golpead en la espalda a la sombramante. Todos los sombramantes tienen una marca a través de la cual manifiestan su poder. Seguramente la tenga en la espalda.

 —Entiendo. De todos modos, tened cuidado con la psíquica. Es muy ágil, más que su compañera. Además, es muy buena con la espada y usa bastante bien su telequinesis. Pero he notado que no es capaz de usar las herramientas más fuertes de un psíquico. No ha intentado entrar en mi mente. Además, tampoco vi que se pudiese teletransportarse o hacer ilusiones.

 —¿Se puede saber entonces cómo hiciste para perder dos veces contra ellos? —preguntó el de tercer rango.

 —Últimamente el Maestro y yo hemos estado probando... algo. Pero no es fácil recuperarse y no podía llevar a cabo misiones de mi nivel habitual. Aun así, mereció la pena. Es la única razón por la que sobreviví a la explosión.

 —Por cierto, Saidas —dijo el primer trono, cambiando de tema—. Algunos miembros dicen que tu equipo y tú os encontrasteis con los tres.

 —Es cierto —respondió el chico—. Ahora están por Agdenor y gracias a ellos pude capturar la yegua.

 —¿Y no los capturaste? ¡Sabías que eran objetivos importantes de los Ojos! ¿Cómo se te ocurre dejarlos ir? ¡Eres una vergüenza para los Tronos y para Lord...!

 —Tranquilo —interrumpió Emón, que aún no había dicho nada, y el primer trono se calló—. En ese momento, no era su misión capturarlos. No habría estado de más si lo hubiese hecho, pero no está mal. Saidas, presupongo que los dejaste marchar porque te ayudaron con la yegua, ¿no?

 —Precisamente, su majestad, aunque también les dejé ir porque mi equipo había sido dañado combatiendo con la yegua.

 —Buen trabajo, Saidas. Me gusta que lo hayas hecho así. A pesar de ser la élite de mis caballeros, los Ojos y, especialmente, los Tronos debéis actuar adecuadamente, no sois simples asesinos. Y os elegí por esa misma razón.

EsdriaWhere stories live. Discover now