Donde Lewandowski y Messi están celosos

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Lionel apenas podía esperar al final de las clases, deseaba salir corriendo a hablar con Memo y decirle que lo sentía por haberse comportado como un pelotudo, pero que francamente estaba asustado y no tenía la menor idea respecto a como reaccionar con todo lo que había pasado. Claro que le explicaría que se había sentido culpable, que no había sabido cómo reaccionar y que la duda sobre lo que estaba haciéndolo sentir de esa manera se cernía amenazadora sobre él. Le diría que no supo cómo reaccionar ante ese beso, pero que fue lo mejor que le había pasado hasta ahora.

Sí, cuando la campana de salida sonó anunciando que las clases habían terminado Leo tenia muy seguro lo que debía decirle a Memo, y también estaba seguro que después de eso iniciarían una relación que duraría toda la preparatoria y la universidad, que se casarían, tendrían tres hijos y un gato, tendrían una linda casa con jardín trasero y ambos serían jugadores profesionales de futbol.

Puede que Leo estuviera solo un poquito emocionado, y que quizá estuviera idealizando y exagerando las cosas, pero es que después de su plática con Lewandowski hasta el color de la vida le parecía más bonito.

Salió de su salón de clases sin siquiera esperar a sus primos, solo corrió en busca de Memo, pero cuando lo encontró estaba con alguien más.

Creía conocerlo, era un chico de último año, muy reconocible por ser muy blanco y pelirrojo, bastante fornido y el buscapleitos número uno de la escuela. Había escuchado el rumos de que a el "Canelo", como lo llamaban, lo habían expulsado de tres escuelas diferentes por peleonero, y que si había aguantado tanto en esta es porque ya se había consagrado como joven promesa del boxeo nacional.

Claro que a Leo no le interesaba en lo más mínimo nada de eso, lo único que le importaba es que Canelo y Memo estaban hablando, ambos eran todo sonrisas y si podía juzgar lo mucho que el pelirrojo tocaba a Memo, casi casi que se podía decir que le estaba coqueteando.

El mundo se le fue a los pies al argentino, que sin más decidió que había perdido su oportunidad con Guille y que no había más que hacer. Aunque ¡qué poco tiempo le había tomado al mayor remplazarlo! Y fue ese pensamiento lo que hizo que de los ojitos castaños escurriera una lágrima solitaria.

Lo que Leo no sabía es que Memo estaba intentando por todos los medios deshacerse de una vez por todas de su ex para ir a buscarlo.

Y sí, Memo y Saúl, que así se llamaba el Canelo, habían sido novios por cosa de 6 meses el año anterior. No habían terminado mal, pero memo decidió poner fin a esa relación cuando dejó de sentirse cómodo, y es que el pendejo de Saúl era bien raro: peleonero, controlador, un hijo de la chingada en todas las de ley y al chile Guillermo no estaba pa mamadas, así que nomas darse cuenta de cómo era lo mandó al cuerno.

Hasta ahora se saludaban en los pasillos, a veces hablaban un poquito por whats y no más que eso. Sin embargo hoy, absolutamente de la nada, Saúl había llegado a hacerle la plática a Memo y este bien sacado de onda se la siguió. Al menos hasta que el pelirrojo empezó a tocarlo mucho y tratar de acercarse; ahí fue cuando a Memo ya no le pareció.

—Bueno, ya mejor me voy y te dejo irte, porque se te va a hacer tarde para tu entrenamiento— Dijo Memo tratando de salirle al paso a todo esto y ya poder irse.

—No, espérate, si nos estamos divirtiendo— Respondió Saúl agarrándolo de la muñeca.

—Bueno, pues si no te tienes que ir tú, yo sí me tengo que ir.

Memo se safo de su agarre y se fue bien sacado de pedo y rogándole a todos sus santos que este pendejo no quisiera tratar de regresar con él, porque al chile no lo iba a pelar. Puede que ya no tuviera a su argentino, pero tampoco estaba tan desesperado como para irse corriendo a buscar a Saúl solo por no quedarse solo.

Messi no era el único hirviendo de celos, pues Lewandowski estaba a punto de hacer una estupidez de la que seguramente se iba a arrepentir más tarde, pero por ahora...

—Pablo, ¿puedes quedarte un momento por favor? — Llamó el polaco cuando dio por terminada la clase, diez minutos más tarde de lo que debería pues el tema que estaba explicando así lo había requerido.

Gavi y Leonor se miraron sorprendidos mientras que Pedri solo recogía sus cosas y le decía a Gavi que lo vería en las canchas para después ir al cine, pues ese día no tenían entrenamiento.

Gavira se sintió un poco mal, preguntándose si debería ya decirle a su amigo lo que había pasado con su profesor. Pero es que él era tan... Pedri. Sabía que tarde o temprano lo aceptaría, pero seguro terminaría por regañarlo e incluso quizá lo incitara a denunciar y él no quería eso. Así que no, no diría nada, permitiría que sus amigos se fueran y luego vería que estúpida excusa le daría Robert ahora.

—¿Estás saliendo con Leonor? —Preguntó el profesor apenas el último estudiante hubo dejado el aula.

—¿Y a ti qué si así es? —Respondió el muchacho, sorprendido por la pregunta que acababa de ser formulada.

—Solo quería saberlo. Aunque olvídalo, fue estúpido de mi parte preguntar.

—Sí, fue estúpido. Especialmente porque dejaste en claro que no querías nada conmigo— Atacó el chico, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—Pablo, yo no dije eso. Solo te pedí que esperaras un poco.

—Y yo te dije que no quiero esperar.

Robert lo miró atentamente, su vista clavada en los ojos del menor para después permitir que esta viajara por el rostro y luego el cuerpo de aquella personificación de la tentación, a quien ya había tenido debajo de él suplicando por más...

—¿Esto de Leonor es alguna clase de castigo por querer esperar a que termines la escuela?

Pablo pudo haber explicado que Leonor era solo su amiga, que se estaba haciendo ideas extrañas en esa mente suya, pero en vez de hacer eso simplemente se encogió de hombros, queriendo hacer sufrir al hombre un poco más.

—¿Estás seguro de que quieres esto, Pablo? ¿Qué no vas a arrepentirte a los tres días y salir a buscar a alguien de tu edad? Porque es eso lo que deberías de hacer.

—A quien quiero es a ti—Respondió más seguro de lo que nunca antes había estado.

Y eso fue suficiente. Con la poca privacidad que les daba una puerta cerrada se levantó y se acercó a besar los labios del chico en apenas un suave roce, pero lo suficiente para dejarle en claro que lo tenía, que ahora eran lo que sea que Pablo quisiera que fueran y que él se estaba ganando su pase directo al infierno.

I just wanna be yours. 

Young LoveWhere stories live. Discover now