42 | Una caricia al corazón, II

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     • Lumine pov's •

XI. La estrella de dulce brillo.

     De las pocas veces que he venido a este local, una cosa me ha quedado bastante clara: no hay ninguna máquina expendedora para comprar cosas, pues todo lo que se consuma dentro del local debe ser pedido de la carta que hay pegada en la pared, al lado del teléfono.

     Fue por este pequeño detalle y por la mirada preocupada de Thoma que entendí que mi pensamiento de "Algo le está molestando" no era errado en lo absoluto. No me siento orgullosa de mí misma por ir al primer lugar al que yo iría a encerrarme en caso de estar en una situación parecida, y también entiendo que haberla encontrado al primer intento fue cosa de pura suerte y azar, pero al menos me tranquiliza saber que logré llegar a tiempo para salvarla de un horrible momento.
    
     Sé por experiencia propia que no es bonito que un grupo de idiotas te acorrale en el baño, te insulte y te maltrate por causas que no llegas a terminar de entender. En mi caso particular, me ocurría con Fischl y sus amigas en secundaria, pues me insultaron y se burlaron de que mí, echándome en cara una y otra vez el hecho de que mi hermano estuviera desaparecido y mis padres hubieran muerto apenas descubrieron mi situación. No sé cuántas veces deseé que alguien apareciera y me defendiera, pero al final del día, nada de eso ocurría y yo solo llegaba a casa y decía "No es nada, tío. Me caí de camino", con las pocas energías que tenía y con la mente totalmente destruida por el eco que hacían sus malditos comentarios; el constante bullying y mis propios pensamientos hicieron que mi personalidad cambiara y me volviera alguien más directa y agresiva.

     Tengo que agradecerle a Arlecchino por haberme enseñado algo de defensa personal en las veces que tenía que esperar a Childe en el edificio de los fatui, pero también tengo que agradecer a Signora por haberme tratado de una forma tan fría y distante cuando me conoció, y por siempre estar de aparente malhumor, porque gracias a ella aprendí a intimidar mejor a "los débiles e insignificantes".

     — ¿Ya te sientes mejor? — pregunté, ayudándola a ponerse en pie; ella asintió —. Por ahora, deberías lavarte el rostro. No querrás que los demás te vean así.

     Ella guardó silencio un momento y luego volvió a asentir, se paró frente a uno de los lavabos y observó su reflejo en el cristal.

     — No quiero volver... No me siento bien cuando hay tanta gente alrededor...

     Ella hizo correr el agua y yo la observé con detenimiento, dándome cuenta de que todavía temblaba y su cuerpo estaba totalmente tenso; aún y cuando se refrescó la cara, su expresión estaba totalmente rígida y decaída.

     — ¿Quieres que te acompañe a tu casa? — ofrecí con una sonrisa.

     — ¿Eh?

     — Sé que tú y yo no nos conocemos demasiado, y también sé que no tenemos ese grado de amistad como el que tienes con Thoma o con Yoimiya, pero... — miré sus ojos en el cristal —. Yo también he estado en tu situación, y si he aprendido algo de todas esas veces que tuve que tragarme mis lágrimas y ahogar mis gritos en la almohada, es que no es bueno que te quedes sola en este momento.

     Le sostuve la mano izquierda y ella me miró de frente.

     — No estás sola, Ayaka — declaré, relajando mi voz —. Soy tu amiga.

     Esas simples palabras y un intercambio de miradas fueron suficientes para volver a provocar sus lágrimas, y yo, dejando que mis propias emociones me guiaran, la envolví con mis brazos y la dejé llorar hasta que logró calmarse otra vez.

     Salimos entonces del baño y nos fuimos en silencio hasta la sala donde estaban los demás, y una vez fuera, le hice una señal para que me esperara ahí y yo ingresé, llamando la atención de todos e interrumpiendo (y salvando) súbitamente a Sucrose, quien se estaba muriendo de vergüenza mientras en la pantalla pasaba la letra de "Gayle - abcdefu".

Counting Stars [Lumine x Childe]Where stories live. Discover now