CAPÍTULO XXIV

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Marcela tenía un nudo en el estómago.

Aquella extraña reunión en la mañana con su hermano y el resto de la junta directiva la había trastocado mucho más de lo que quería admitir. Todo había tomado un rumbo tan extraño, que ni siquiera era capaz de dilucidar alguna palabra que pudiese transmitir lo que estaba sintiendo en aquel momento. ¿Asombro? ¿Extrañeza? ¿Confusión? Y así, le venían a la mente mil palabras más pero ninguna era suficiente.

La imagen de Armando siendo retenido por Mario y Beatriz no se la podía sacar de la cabeza.

Aquel rostro tan feroz de Armando había hecho mella en ella. Se había lanzado cual potrillo salvaje a defender el honor de su horrible asistente.

También recordaba la forma en la que aquella horrenda mujer y el tonto amigo de su ex prometido se habían lanzado al prever aquel arranque.

Como si todos supiesen que Armando iba a reaccionar de esa forma.

Menos ella.

Y la gran pregunta era, ¿porqué?

¿Por qué Armando había reaccionado así ante el comentario tan poco acertado de Daniel? ¿Por qué sabían cómo iba a reaccionar Armando? Y, ¿por qué su mente le arrojaba una confusa sensación de alerta?

¿Qué esta obviando en aquella situación tan particular?

No estaba completamente segura, pero una parte muy escondida en su mente le gritaba que la clave a todo aquel rompecabezas era aquella mujer. La asistente de Armando. Beatriz Pinzón Solano.

Se rehusaba a creer que el vínculo de complicidad que se había creado entre su ex prometido y esa mujer era mucho más fuerte de lo que ella pensaba. O de lo que en algún momento pensó. Porque estaba clarísimo que para Armando, Beatriz era completamente indispensable.

Una trabajadora indispensable... ¿verdad?

Marcela se inclinó hacia su escritorio y se cubrió el rostro con sus manos. Un terrible dolor de cabeza le estaba impidiendo seguir con aquella línea de pensamientos. Soltó un suspiro y bebió un poco de agua que se había servido en un vaso hacía unos pocos minutos.

Tal vez debía descansar aquella noche. Restarse del evento por la nueva colección. Después de todo, desde su rompimiento con Armando, no había estado durmiendo ni descansando las horas suficientes. Se había refugiado en el trabajo, en lo que esperaba pacientemente a que su ex prometido perdiese el interés en esa amante fantasma.

Aunque no había dado muy buenos resultados.

Aún — se trató de autoconvencer.

Marcela bebió un poco más de agua y decidió que era hora de volver a enfocar su mente en el trabajo. Aún quería quedarse una media hora más para tener todo listo para aquella noche.

Como inversionista y trabajadora activa de la empresa, no podía restarse de aquel evento, aunque tuviese muy pocas ganas de asistir... Ya había comprado un exuberante vestido y era una buena oportunidad para recordarle a Armando que ella era y siempre sería la mujer más adecuada para él. 

Suspiró una última vez y levantó el teléfono de su oficina. La línea directa le mandó a escuchar directamente la voz de su secretaria.

—Mariana — musitó la mujer con voz grave —, sé que ya es su hora de salida — se disculpó —, ¿pero está Patricia en la oficina aún?

Escuchó la respiración de Mariana del otro lado.

—Si, doña Marcela — le contestó la secretaria amablemente.

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