Como si nos hubiéramos amado 9

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¡Bonjour!

¡Buena lectura!

María separó los labios, dejando que la lengua de Esteban invadiera su boca, ardiente de pasión gimió cuando Esteban posó una de sus manos sobre sus senos.

Por unos minutos el hombre se permitió perder la cordura mientras besaba y acariciaba a la mujer que tenía pegada a él, sin embargo como si de un balde de agua helada se tratase, la realidad se volcó en él haciéndole saber que no era correcto lo que estaban haciendo.

- Discúlpame, por favor... -rogó Esteban mientras se ponía de pie con la respiración completamente agitada.

- No estábamos haciendo nada malo -argumentó María, decepcionada ante el apartamiento de Esteban.

- Créeme que sí -la contradijo- tú estás bajo mi cuidado, eres tan solo una niña y yo... Es como si me aprovechara de las circunstancias.

- Yo... Hace tiempo que yo comencé a tener sentimientos hacia ti... -intentó explicar.

- No, estás confundiendo las cosas -se mantuvo firme- María, eres apenas una niña y has sufrido bastante en esta vida. Te ha faltado mucha atención y afecto, ahora que mi familia y yo te hemos acogido te sientes confundida, eso es todo.

- ¡No, no es así y estoy completamente segura de lo que siento por ti! -insistió herida ante el rechazo.

- María, yo estoy comprometido con una mujer a la que quiero y no se merece esto.

Al escuchar eso, el corazón de María se quebró en pedazos. Había olvidado completamente a Ana Rosa en esta historia.

Se sintió tan mala persona, que como pudo salió corriendo hasta su habitación.

Con las manos temblorosas procuró ponerle seguro a la puerta, pero sus esfuerzos fueron en vano ya que no lo consiguió. De modo que no le quedó de otra más que tirarse sobre su cama y darle rienda suelta al llanto que la perseguía.

Esteban la siguió e ingresó inmediatamente a la habitación al escucharla llorar.

- María...

- ¡Lárgate Esteban! -gritó con todas sus fuerzas.

El hombre que pretendía volver a insistir, comprendió que era mejor alejarse por el momento. Ella necesitaba asimilar mejor las cosas, ya estaban cerca del juicio en contra de Vivian y era mejor que se mantuvieran tranquilos.

- Nuevamente te pido una disculpa -manifestó- no era mi intención causarte esta pena.

Segundos después se marchó hasta su habitación para acostarse sobre su cama y observar el techo, sin posibilidad alguna de quedarse dormido.

Las horas pasaron y ya se aproximaba el amanecer de la mañana. Esteban escuchó como María hacía ruidos en la cocina.

Con cautela e intentando no emitir un sonido que la alertase, fue a ver qué traía entre manos la mujer.

La vió buscando maneras de calentar agua en la hervidora eléctrica, parecía que buscaba la forma de prepararse un té.

- Ten cuidado o te puedes quemar -advirtió acercándose con intención de ayudar.

- ¡Esteban! -la mujer dió un respingo al escucharlo hablar, ya que lo creyó profundamente dormido.

- ¿Quieres un té de manzanilla o de tilo?

- Manzanilla, por favor -indicó- dicen que ayuda a conciliar el sueño.

- Yo tampoco puedo dormir... Pensando en ti -admitió el abatido hombre.

- Esteban...

- María...

Aunque ella no podía ver, a través de sus ojos lograba trasmitir dolor. Un dolor que Esteban quería arrancar de ella y entregarle toda esa felicidad que se la habían negado a lo largo de su corta vida.

No tenía idea si en verdad era amor lo que comenzaba a robarles el sueño a ambos, lo que si sabía era que no se podía resistir a la tentación de volver a estrecharla entre sus brazos y besarla.

Así que lo hizo, se acercó nuevamente, la rodeó con sus brazos y la besó con auténtico deseo.

Ella correspondió inmediatamente, disfrutando de la cercanía de ese hombre que la elevaba hasta lo más alto del cielo.

Cuando se fueron apartando con lentitud para tomar algo de aire que les permitiese seguir respirando, la culpa volvió nuevamente a Esteban.

- Estamos jugando con fuego -atinó a decir.

- ¿En verdad amas a Ana Rosa? -lo enfrentó, María.

- La quiero...

- Mucha gente quiero a otra, pero amar es diferente...

- No, no la amo -confesó- y la verdad es que nunca la amé.

Sorprendida, pero a la vez contenta al escucharlo, no pudo evitar sonreír, creyendo que había la posibilidad de ser ella la mujer que se robe el corazón de Esteban.

- Aunque no esté enamorado de Ana, ella no se merece esto que estoy haciendo -añadió afligido.

- Tienes razón -admitió María, al ponerse en los zapatos de la otra mujer- te prometo que no volveré a insistir en este sentimiento -manifestó con la voz en un hilo.

- Es lo mejor...

Unas semanas después , el día del juicio llegó, María sentada y con las manos temblorosas, esperaba a Esteban y Demetrio en la sala.

Los hombres conversaban en la cocina y la pobre no conseguía distinguir lo que decían ya que estaba tan absorta en el miedo de volver a toparse a su hermana en esa habitación y tener que enfrentarla.

Aunque confiaba en su abogado y tenían las pruebas suficientes, todos eran conscientes de que muchas veces el dinero podía más que la justicia.

- Es hora.

Demetrio interrumpió sus pensamientos y María suspiró, sabiendo que a partir de ese día las cosas cambiarían para siempre en su vida. Ya sea para bien o para peor.

Esteban presintiendo el dolor de María, se acercó a ella ofreciéndole un cálido abrazo.

Demetrio los dejó solos un poco incómodo ante la situación.

Cuando Demetrio cerró la puerta tras él,  Esteban tomó los labios de María con un delicado y reconfortante beso.

Continuará...

Imaginarios Tekila (Victoria Ruffo y César Évora)Where stories live. Discover now