38. "Duras decisiones"

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Sasuke estaba sentado en un cómodo sillón, con un cojín que le había puesto Naruto en su espalda. Su esposo lo miraba en silencio desde el sofá, mientras él entrevistaba a varios instructores para que comenzara la educación y cuidado de Menma, ya que Ino estaría ayudándolo en cuanto naciera el bebé, y ya el primogénito necesitaba aprender algo más que montar a caballo.

Varios pasaron, pero ninguno le convenció lo suficiente, incluso cuando amplió su búsqueda a alfas y omegas, no solo betas. Lo ideal sería que una de sus dos amigas asumiera el trabajo, pero ambas ya habían comenzado como maestras en la escuela que el chief había mandado a construir para su gente, y como les iba muy bien, Sasuke no quería interferir.

La última de ese día, llegó cuando Naruto estaba dormitando ya, de lo aburrido, con la cabeza apoyada en el espaldar del sillón y las piernas largas desparramadas. Era una mujer alfa, delgada, de cabello oscuro y corto, se presentó como Shizune, y por el acento, Sasuke de inmediato supo que no era escocesa.

—Soy francesa— contestó con orgullo —Mi familia huyó de la guerra y nos refugiamos aquí.

El omega asintió y abrió grande los ojos, sorprendido al leer el currículum que tenía en su mano.

—¿Hijos, esposo...?— preguntó.

—No, gaol. Solo pido una semana libre cada semestre para ir a visitar a mi padre.

No era una dama vistosa, pero sí parecía muy inteligente, aunque un poco fría. Su preparación era indiscutible, pero Sasuke no sabía si se llevaría bien con su hijo, así que se quedó pensativo y luego miró a Naruto cuando éste se despertó y estiró los brazos, llamando la atención de la mujer.

—Iré a dar una vuelta— informó bajo la mirada de reproche de su esposo —¿Qué?

—Me dijiste que me ayudarías con ésto.

—Yo confío en tu decisión— rió.

—Que rápido te eximes de las cosas— balbuceó molesto, colocando una mano en su barriga.

—Amor, sabes que me gusta estar afuera...

—Sí, sí... ya vete— bufó y giró el rostro para recibir en la mejilla, el beso que Naruto destinó para sus labios.

El chief negó divertido y luego miró a Shizune por unos segundos. La mujer, a diferencia de otros, no escondió su rostro ante la curiosidad del enigma. Luego los ojos azules bajaron a sus manos apretadas sobre el regazo, y Sasuke se quedó inmóvil cuando Naruto alcanzó una y le retiró uno de sus guantes negros.

—¿Una desertora?— preguntó firme y ella al fin bajó la cabeza, escondiendo su mano marcada con los cayos que producían las bayonetas y las espadas.

—Eso no lo dice aquí— reclamó Sasuke, sacudiendo en el aire la hoja de papel.

—La guerra es algo horrible, gaol Uzumaki. Me ví forzada a aprender a matar para evitar morir, pero al dejar Francia, juré enterrar mi pasado— se puso de pie e hizo una leve reverencia —Entiendo que no quiera que alguien así, enseñe a su tainistiar.

Sasuke miró a su esposo, y tras un asentimiento del enigma, suspiró. Naruto se marchó y él le indicó a Shizune que se volviera a sentar.

—Ino...— llamó en voz alta y la atolondrada criada llegó corriendo mientras limpiaba sus manos en el delantal blanco —¿Puedes traer a Menma?

—Sí, gaol, en éste instante— respondió y otra vez se echó a correr.

—Te quedarás una semana en el castillo, en período de prueba. Si mi hijo se adapta a tí, entonces el trabajo es tuyo.

Tras la presentación adecuada, el omega se quedó largo rato viendo a Menma interactuar con la institutriz. Ella sonreía con dulzura, pero no era nada cercana o empalagosa. Le preguntó muchas cosas, escuchó las bizarras historias del niño con interés, indagó sobre sus gustos y juegos. Era refrescante ver a su pequeño desenvuelto, pero sin dejar los modales que desde chico les fueron enseñando. Había crecido tanto... y a excepción de su cabello oscuro, cada día se parecía más a su padre.

Sasuke sonrió satisfecho ante el descubrimiento, pero el gesto fué sustituido por un ceño fruncido, cuando un dolor en lo bajo de su vientre punzó.

***

—¡(...) y quitó el cerco que yo había puesto para ampliar su terreno, cheif!— exclamó enojado uno de los campesinos, mientras Naruto lo escuchaba desde su caballo, justo al lado de Kakashi.

El otro, que también había abogado por su defensa, fué a responder, pero tras una mirada severa de Naruto, cerró la boca.

—Ninguno de los dos tiene derecho a poner un cerco en mis tierras— dijo en tono muy frío —El que decide donde levantar muros, soy yo. Sus casas están en mi propiedad, así que ésta discusión sin sentido sobre quién tiene el terreno más amplio, termínenla de una vez.  Derriban el cerco de inmediato y dejen de pelear, si no quieren que busque medidas más drásticas— ambos hombres se miraron y luego bajaron la cabeza.

—Sí, chief...— respondieron.

—¿Kakashi, ya reuniste los hombres para el cultivo del convenio con los Hyuga?— preguntó a su capataz.

—Trabajo en eso, chief— afirmó éste.

—Bien, pon a éstos dos. Si tienen tiempo para levantar muros, que lo aprovechen en plantar cebada— ordenó, luego pegó suavemente con el talón a un costado de su caballo y reanudó su marcha.

—Solo queda la familia con siete hijos que le comenté. El padre pide que el mayor de ellos...— Kakashi dejó de hablar cuando Naruto volteó a ver en dirección al castillo —¿Chief...?

Los ojos del enigma se movían de un lado a otro, como si tratara de entender la extraña sensación que cruzó su pecho. Solo segundos después, y sin decir nada, arrancó a galope. Sus instintos nunca se equivocaban, la última vez que sintió algo tan fuerte y preocupante, fué hacía cuatro años, cuando Sasuke tuvo a Menma y casi se hunde en la locura al no poder estar cerca. Naruto apretó la mandíbula cuando el mismo nudo se formó en su garganta, antes por estar encerrado, ahora porque no era tiempo. Faltaban dos meses para que su omega estuviera en fecha de dar a luz.

Llegó al castillo deseando con todas sus fuerzas que fuera un error, pero no, ver a Konohamaru salir del establo con un caballo y semblante de preocupación, se lo confirmó. El joven fué a hablar, pero Naruto no se lo permitió.

—¡Busca al médico, no a la partera!— gruñó la orden y luego saltó al suelo incluso antes de que el caballo se detuviera por completo.

Delante de su habitación estaba la mujer francesa con Menma y las amigas de Sasuke. Naruto entró sin prestarle atención a nadie y vió a su esposo acostado en el lecho, con la frente sudorosa y resistiendo las contracciones. El omega lo miró con rostro lloroso, a lo que él respondió acercándose y abrazándolo.

—No es tiempo...— balbuceó.

—Todo estará bien, tranquilo— susurró el enigma —Será una hermosa niña, justo como en tus sueños, ¿recuerdas?

—Sí...— respondió y luego jadeó de dolor, sujetando fuerte la ropa de su esposo.

A veces ser el dominante era muy difícil, dar seguridad y protección a los otros incluso cuando mueres de miedo por dentro. No podía comentar que un bebé de siete meses nacería muy débil, abogaría por las pocas posibilidades de que se salvase porque ver a su omega destruido por la perdida de un hijo, abriría nuevamente esas heridas que se había forzado a cerrar, para ser confiable, para que esa bestia interior se mantuviera en su lugar.

—Haz todo lo que puedas...— dijo en voz muy baja al oído del médico, cuando después de varias horas y ya acrecentada la labor de parto, éste lo mandó a salir —pero mi omega es la prioridad.

Esposo de una Bestia (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora