i. TALASOFOBIA

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CUANDO ERA PEQUEÑA, ARMELLE LE TENÍA PAVOR A EL MAR

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CUANDO ERA PEQUEÑA, ARMELLE LE TENÍA PAVOR A EL MAR. Detestaba irse de vacaciones junto a su madre y su hermano a la playa, porque entonces no podía acercarse a la orilla sin sentir su corazón acelerarse y cientos de pensamientos angustiosos cruzarse por su mente. Con el tiempo, aquel temor no hizo más que evolucionar. Al principio, era solamente al estar cerca del mar, cerca de la infinidad. El ser humano solamente conocía un 20% del total del océano. Un VEINTE POR CIENTO. Lo que significaba que un 80% estaba completamente a disposición de depredadores desconocidos que un día podían decidir que se habían cansado de vivir entre sus algas marinas, y salir. Con el tiempo, su miedo empezó a escalar. No podía meterse a piscinas sin mirar por debajo del agua en busca de tiburones u otros animales y bestias mitológicas como el Kraken, a pesar de que sabía que era ridículo hacerlo. Comenzó a temer bañarse por el pánico que le causaba que un tiburón toro le atacara, a pesar de ser consciente de que ningún tiburón cabía por la cañería, y tenía ataques de ansiedad cuando entraba en contacto con el agua fría porque le recordaba al mar. La fobia de Armelle a grandes masas de agua no hacía más que crecer día con día, poco a poco.

Para cuando cumplió nueve años y sus compañeras comenzaron a hacer fiestas en la piscina para celebrar sus cumpleaños, estaba completamente aterrada. Se negó infinidad de veces a sumergirse en el agua, sentada en la orilla con su traje de baño mientras miraba a el resto de niñas jugar y reír tranquilas, mientras se preguntaba cómo era posible que no estuvieran aterradas. El mar, las piscinas, las grandes masas de agua en que podían esconderse toda clase de alimañas eran los mayores temores de Armelle, y sin embargo, resultaban completamente inofensivos y hasta divertidos para el resto de niños. Aquella diversión estaba fuera de su comprensión.

Ahora que era mayor, Armelle encontraba bastante irónica su fobia de pequeña. No podía ni siquiera pensar en lo que se encontraba en las profundidades del mar sin que un escalofrío recorriera su columna, y sin embargo, ahora a sus veintiséis años de edad, había pocas cosas que amara tanto como sumergirse en la piscina de su gimnasio y nadar con libertad, entre lo caótico del agua.

Iba a natación cada que se sentía frustrada. Y después de romper su compromiso con Ansel Loughty, fue cosa de casi todos los días asistir a la piscina.

Lo que antes le había parecido aterrador—Lo grande, intimidante y profundo del agua—ahora le parecía reconfortante. Cuando estaba en el agua, moviéndose agraciadamente con un ritmo marcado y una precisión casi artística, su mente se liberaba de los pensamientos desagradables que normalmente le atacaban. Cuando nadaba, Armelle se sentía mejor que nada en el mundo. Se sentía normal.

El agua le golpeaba con fuerza, ofreciendo cierta resistencia que resultaba como un abrazo amable de un viejo amigo. La familiaridad de la sensación hacía sentir segura a Armelle, que practicaba el estilo de croll—su favorito—mientras miraba las luces blancas y ligeramente parpadeantes del techo. Un apagón gracias a una tormenta, y esas luces no volverían a encenderse. El agua alrededor de su cuerpo era relajante, amable, le ofrecía una especie de protección del mundo real. Cuando nadaba, Armelle se sentía más segura que en ningún otro momento del día. 

sweet nothing ❪spencer reid❫Where stories live. Discover now