I: Dear first friend

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El lujoso auto de su padre se detuvo frente a su nueva secundaria a eso de las siete y cuarenta de la mañana.

Aquellos alumnos que iban a pie, miraron el vehículo de reojo, y especialmente a las dos personas que estaban en el interior. El adulto y el adolescente sentados en el asiento del piloto y copiloto respectivamente, no se parecían tanto, pero tenían la misma mirada. Ojos marrón rojizos; unos más viejos, enfurecidos y que solo miraban el teléfono entre sus manos: leyendo mensajes, repasando el horario de las reuniones o confirmando sus propios correos sin respuesta que le enviaba a su familia. A su lado, los otros iris, más tristes y vacíos, esperando un poco de reconocimiento de su parte, observaron al mayor sin saber qué hacer o decir.

―Padre ―llamó el adolescente de quince años, con voz suave y carente de emoción, como si lamentara su sola existencia―. Me voy.

El hombre detrás del volante solo asintió.

―Gracias por traerme.

Sin reacción, lo único que le interesaba era su teléfono, no su hijo. Nunca su hijo.

―Prometo comportarme bien esta vez...

―Esta es tu última advertencia―dijo su padre al fin, pero incluso si le hablaba, seguía sin mirarle―. Vuelve a darnos un problema y lo vas a lamentar toda tu vida.

Pero en ese momento, el adolescente pensó que era lo mejor. Su sola voz le hizo estremecer. Ni quería imaginarse cuánto miedo hubiese sentido si el hombre lo miraba. 

Qué ridículo, pensó el chico mientras solo asentía y salía del automóvil. Qué ridículo, quince años y aún temía tanto a su padre, tanto que sus piernas temblaban y le faltaba la voz. Quería hacerlo sentir orgulloso y a la vez también quería alejarse. Rápido, rápido, antes de que las cosas subieran de nivel. Rápido, rápido, mientras aún podía aferrarse a la esperanza de algún día ser observado por él.

―Osamu.

Pero incluso si quería darse la vuelta y marcharse, no podía hacerlo hasta que su padre lo hiciera primero. A un lado del auto, de pie en el exterior, con una actitud pasiva respondió a su llamado.

―¿Sí, padre?

―Espero buenos resultados ―exigió, encendió el motor y el chico cerró la puerta, conociendo bien esa rutina. Y aún sin mirarle, con palabras frías y carentes de amor paternal, agregó―: Compórtate al nivel del apellido o desaparece.

El polvo que levantó el auto al marcharse le entró a los ojos, pero se obligó a no bajar los párpados ni dejar que las lágrimas se derramaran. Lentamente, pensando en la ironía de las palabras de su padre, se dio la vuelta y bajo miradas curiosas que solo le observaban como una existencia más, sin verlo realmente, sin ver qué había más allá de su rostro perfectamente neutro, caminó hacia el interior de su nueva secundaria.

Bajo la sombra de uno de los árboles al costado del camino, rio para sí mismo. ¿Comportarse al nivel del apellido? Bueno, ¿no era eso lo que había estado haciendo durante quince años? ¿No fue lo que esperaba desde los cinco? Cuando su madre, tan dulce y cruel, le dijo que si era bueno, perfecto en todo, inteligente y más, un día su padre le daría el apellido Tsushima y dejaría de ser un Dazai.

Bueno, diez años después, seguía siendo Dazai Osamu. Seguía siendo el mismo error que dos imbéciles prepotentes crearon durante múltiples noches en las cuales no pudieron mantener su ropa puesta. El mismo que los obligó a casarse para limpiar la "reputación" de la familia. El mismo al que se le dio el apellido de su madre porque, un bastardo nacido fuera del matrimonio y de esa impía mujer, nunca, nunca, sería reconocido como un Tsushima por el patriarca de la familia.

You look at me, I listen to you [SKK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora