IV: Trust me

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¿Por qué esa desconfianza le molestaba? ¿Por qué no quería ver esa mirada en Chuuya? Ah, no era justo. No le gustaba sentirse tan... incómodo, tan herido, incluso si en su rostro no se expresaba nada de lo que estaba sintiendo, estaba seguro de que el otro podía verlo.

Entonces, ¿por qué no en ese momento? Se preguntó Dazai.

Chuuya fue la única persona que se dio cuenta de que él no buscaba los problemas, sino que estos venían por sí solos a tocar su puerta. Notó que la mayoría de las chicas lo buscaban a él, sea por la razón qué sea: los rumores sobre sus "habilidades", su atractivo, su necesidad de vivir un breve romance adolescente, o por la curiosidad que les producía verlo marcharse en un auto de alta gama cada día.

Fuera cual fuera la razón, Chuuya debería saberlo. Debería saber que él no estaba, esa vez, involucrado.

―No hice nada con esa chica ―admitió Dazai, sin apartar su mirada de los ojos azules―. Ni siquiera sé cómo se llama.

―¿Es la verdad...?

Dazai no respondió. Ya que el salón estaba vacío y los alumnos llegaban caminando con lentitud a causa de la somnolencia, el silencio se volvió mucho más profundo. La tenue luz de la mañana que entraba por las ventanas, iluminaba suavemente los iris azules, en contraposición con el marrón rojizo de espaldas, cubierto por sombras que desesperadas por alcanzar el sol.

Fácilmente pudieron mirarse el uno al otro por horas hasta que uno de los dos se rindiera. Pero los minutos pasaban y al comenzar la clase, tendrían que sentarse cerca y era mejor primero superar esa duda e incomodidad.

Mirándose una última vez en los iris marrón rojizos, preguntándose porqué se veía tan claro en aquellos ojos tan turbios, Chuuya suspiró, decidiendo dar un paso al costado solo por esa vez.

―Te creo ―dijo Chuuya, sorprendiendo y conmocionando a Dazai por igual, para luego traerlo de regreso a la realidad con un insulto inocente―. No sé por qué, pero te creo. Tal vez porque tienes cara de virgen...

―Igual que tú.

―Pero en fin, te creo ―repitió, ignorando la queja del moreno―. Solo pido que no me hagas arrepentirme.

Dazai no respondió. Ofendido, giró el rostro hacia la ventana y observó lo pequeño que se veían los adolescentes que iban llegando. Sintió a Chuuya acercarse y sentarse a su lado. Por el rabillo del ojo, lo notó sacar de su bolso el desayuno de todos los días que dividió en dos. Esa era otra prueba tácita de que le creía, incluso si ni él mismo sabía por qué.

Metiendo la mano bajo la mesa, Dazai sacó las dos cajas de leche que había comprado antes de subir. Sin decir nada, así como el pelirrojo, le tendió una de ellas. Comieron en silencio, sin mirar al otro y solo escuchando el ruido a su alrededor. Para cualquiera que los viera desde el exterior, parecería una escena incómoda, pero no lo era. Era cómodo, tranquilo, mucho más ameno de lo que experimentaban en casa.

―Ahora que lo pienso... Quien me habló sobre esto fue uno de los chicos del club de fútbol ―murmuró Chuuya a mitad de su desayuno―. ¿Por qué te mencionó a ti? No te conoce, solo sabe que estamos en el mismo salón.

―¿Por qué soy el culpable más obvio? ―señaló Dazai de vuelta―. Piénsalo, Chuuya, ocupa tu cabeza teñida...

―¡Mi cabello es natural!

―Naturalmente idiota ―se burló, y ágilmente esquivo el golpe en la cabeza que el otro intentó darle―. ¡Pero piénsalo! Obviamente iban a señalarme a mí porque las chicas me aman y bueno, salí con muchas en muy poco tiempo.

You look at me, I listen to you [SKK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora