XLVIII

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Un cálido rayo de sol atravesó la ventana de la cocina. Cinco vertió dos minúsculas cucharadas de azúcar en su taza con café expresso y sacó el pequeño botecito de las píldoras para el dolor que el médico le había recetado.

Vació dos diminutos comprimidos sobre la palma de su mano y las ingirió junto a un buen trago de cafeína.

Aunque le costara admitirlo, el dolor había remitido mucho esos tres días que llevaba tomándose las pastillas. Su pie estaba sanando muy rápido. Quizá en una semana más estaría como nuevo.

—Hey, Cinco.

Le pareció oír que le llamaban. Entonces viró el rostro hacia la ventana y el sol pareció eclipsarse al reparar en la (indeseada) presencia que yacía parada afuera.

—Diego.

Habría sido más sensato si solo lo ignoraba, pero Cinco poseía marcados principios como para desatenderse de cuestiones de cualquier índole. Cuanto y más si se trataba de un familiar.

—¿Podrías abrirme?

Cinco retiró lentamente el pestillo de la ventana para abrirla.

—Me refiero a la puerta— se pronunció Diego con un resoplido casi animal.

Cinco se cruzó de brazos y elevó una ceja.

—Se a qué te refieres, Diego— protestó—. Mis niveles de comprensión son mayores a los tuyos. Simplemente quería preguntarte primero qué razón tienes para volver después de intentar jodernos.

Como si hubiera recibido un sorpresivo golpe, Diego retrocedió un paso.

—Ya que te las das de listillo, seguro que tu "enorme" intelecto conoce la respuesta.

Imperterrito, Cinco alzó el mentón.

—Iluminame— sonrió sarcástico.

—Me dejaste encerrado en esa maldita clínica cuando podrías haberme sacado— comenzó Diego, rechinando los dientes—. Has hablado mal de Lila desde que la viste por primera vez. Y...

—¿Y?— lo alentó Cinco a seguir, firme en su elegante apostura.

El semblante de Diego había enrojecido sutilmente. Cinco pensó que era divertido meterse con él, hasta que Diego retomó la palabra.

—Y te pavoneas con Klaus delante mío.

Tomado con la guardia baja por primera vez en mucho tiempo, Cinco deshizo su férreo lenguaje corporal. Dejó caer los brazos a los lados, entreabrió los labios para replicar y de pronto la sombra de otra presencia a su espalda se hizo presente.

—Buenos días, gatito.

Klaus lo abrazó intempestivamente por la espalda. Cinco quedó anclado en su lugar. Sin poderse mover ni dejar de mirar la actual mirada adusta de Diego que parecía gritar "te lo dije".

¿Es que se había vuelto loco?

¿Qué es lo que acababa de insinuarle el muy bastardo, qué le gustaba?

Tenía que estar bromeando. Era una trampa, una falacia, una quimera, un truco ruin y perverso.

—Diego— nombró Klaus al posar su mirada en la ventana.

—¿Van a abrirme o debo largarme?

Indeciso, Klaus observó la expresión tensa de número Cinco. No había llegado a tiempo para escuchar la discusión que estaban teniendo, pero a juzgar por el comportamiento de su amado, no debía tratarse de nada bueno...otra vez.

—Ya voy yo— suspiró Klaus, apartándose forzosamente del cuerpo de Cinco.

Fue hasta la entrada y abrió la puerta con rapidez. Más tardó él en abrirla que Diego en pasar.

—¿Veniste a disculparte con nosotros y a explicarte?

Iluso como solo él era, Klaus aguardó una respuesta mientras guiaba a Diego hacia el vestíbulo.

Una risa ahuecada resonó desde lo más hondo de la garganta de Diego.

—¿Por qué me tengo que disculpar?

—Besaste a Cinco— le reprochó Klaus al tomar asiento en el sofá—. Hiciste que discutieramos y me hiciste sentir inseguro— frunció el ceño al decir lo último.

Cinco se unió a la pequeña reunión, yendo a tomar asiento en el mismo sofá que Klaus.

Sin apartar un solo segundo su mirada del visitante, Cinco exhaló.

—No creo que sea buena idea que te quedes. Y lo digo en nombre de ambos.

Contrario a lo esperado, Diego sonrió autosuficiente.

—Me trajeron a este asqueroso universo solo para que me encerraran por años en una maldita clínica mental. Se olvidaron de mi, y tan pronto me necesitaron— enfatizó viendo a Cinco—. Supieron dar con mi paradero. Solo para mandarme al diablo en cuanto me rehusé a seguir ayudando. Después van y me traen aquí. Me enseñan la vida de ensueño que han llevado todo este tiempo y ahora pretenden darme la espalda nuevamente, sabiendo que no tengo a donde diablos ir o volver.

Klaus fue a hablar, pero Cinco se adelantó.

—Escucha, Diego. No somos enemigos. Hemos estado así demasiado tiempo y para serte franco, esto empieza a agotarme. Si quieres quedarte esta bien, pero aclaremos de una vez las cosas. Si realmente pretendes permanecer aquí, nos ayudaras a encontrar a los otros y dejaras de ser tan malditamente conflictivo.

—Lo último no fue un conflicto. No entre nosotros— recordó Diego con media sonrisa petulante.

Avergonzado, Cinco bajó la cabeza, pero Klaus lo tomó de la mano, dándole a entender que todo estaba bien ahora y que lo que dijera Diego no le afectaba.

—Amo a Cinco— dijo Klaus, entrelazando mejor sus dedos con los del nombrado—. Lamento que pasaras por tanto, pero tus desiciones no son culpa nuestra.

—Ya lo creo— siseó Diego, tensando la mandíbula.

—Siempre y cuando respetes las exigencias de Cinco, puedes instalarte en el cuarto de huéspedes— le instó Klaus gentilmente.

No pudiendo soportar la visión de aquel par besándose, Diego subió a prisa las escaleras.

"Malditos idiotas"

Cerró dando un portazo.
**

—No es real, no es real...

Tembloroso y sudando, Klaus se quedó viendo en la penumbra del cuarto a orillas del colchón el cuerpo descarnado de Elliott.

—Vete— se contradijo, cubriéndose el rostro con la sábana.

—¿Klaus?— murmuró Cinco, soñoliento. Encendió la luz y se sorprendió de ver al susodicho despierto y titubeando asustado bajo las mantas—. ¿Qué pasa?, ¿Por qué no estas durmiendo?

—Yo...— jadeó Klaus, destapándose lentamente el rostro. Al abrir los ojos la silueta fantasmal se había ido—. Creo que tuve una pesadilla.

Cinco se acercó más a él. Se sentó en su regazo y lo abrazó del cuello para verlo a los ojos.

—¿Qué soñaste?— quiso saber—. Puedes contarme.

—Lo he olvidado— rió Klaus nervioso—. Mejor déjame probarte un poco— susurró, aventurandose a dar el primer beso de muchos.

No entendía por qué estaba teniendo esa visión tan espantosa y extraña, pero por nada del mundo se lo diría a Cinco. Lo preocuparía y entristecería.

"Espero que no vuelva"

Quid pro quo.Onde histórias criam vida. Descubra agora