LVII

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Por norma general, Cinco se catalogaba a si mismo como un individuo paciente. Puede que demasiado.

Naturalmente tenía un límite de paciencia y el Klaus adolescente de la nueva línea temporal en la que había irrumpido, había traspasado esa fina línea casi desde el mismo momento de su llegada.

Debido a su nulo autocontrol, estrechamente vinculado con la relación excesivamente confianzuda y amistosa de Klaus y Ben, Cinco se había ganado nada menos que dos amonestaciones y  un castigo.

Las dos primeras por haber causado revuelo en el comedor. El castigo por haber contestado de manera "poco" educada a su padrastro.

Bien. Que ya estaba hartandose del asunto cuando se suponía que debía hacer el esfuerzo por encajar.

Ni siquiera había tenido tiempo de acercarse a hablar con Vanya y ya tenía una semana residiendo en ese universo pasado.

Cuando Pogo hizo sonar la campanilla que anunciaba el desayuno, Cinco todavía no acababa de hacerse el nudo de la corbata frente al espejo. Tan liado estaba con sus propios conflictos internos que no era capaz de realizar una actividad rutinaria tan sencilla como aquella.

"Se acabo"

Furioso, se retiró la corbata para arrojarla sobre la cama y salió furtivamente hasta la habitación de Klaus, donde llamó firmemente con los nudillos, temiendo valerse de su poder y encontrarse con una escena no grata, como ya había ocurrido antes.

¿Es que no había un momento en que ese par no estuvieran juntos?

¿Tan encaprichado había estado con sus viajes en el tiempo que jamás reparó en ese lazo tan fuerte de amistad que tenían?

Entre más veía la amistosa relación que sus hermanos llevaban, más se convencía a sí mismo de que Klaus no había sido del todo sincero al confesarle que le había amado desde su infancia.

Cinco no veía el menor interés de Klaus hacia él y eso lo mataba.

No tenían nada en ese universo. Tenían que crear algo desde cero y él más que nadie odiaba esperar para que se dieran las cosas. Detestaba la idea de tener que crear un ambiente de sólida confianza y camaradería para incentivar a Klaus a acercarse a él.

Sobretodo teniendo en cuenta que nada de ello había sucedido en el pasado.

Cinco temía, además, alterar demasiado el orden de los sucesos y provocar más paradojas, fallas, precipitar más el apocalipsis. Había que irse con cuidado porque debía salvar al mundo.

No su relación con Klaus.

No a si mismo.

Contradictoriamente, cuando Klaus abrió la puerta, Cinco no tardó en entrar al cuarto. Cerró la puerta y avanzó decidido hacia un confuso Klaus para rodearle el cuello con los brazos.

-Whoa, Cinco, que bueno verte- sonrió Klaus, tratando de escabullirse, pero los relucientes y enigmáticos ojos azules lo mantuvieron en su lugar-. Querías decirme algo el otro día, ¿Qué era?- titubeó, retrocediendo el cuerpo hacia la cama, conducido por Cinco como si de una lenta y ambiciosa danza se tratara.

-Hace días que te pedí hablar- siseó Cinco habiendo llegado a su destino. Empujó a Klaus del pecho para que cayera boca arriba sobre el colchón y se le subió encima, rozandolo intencionalmente en la entrepierna con la rodilla-. Y me has ignorado desde entonces- replicó.

Klaus hizo la cabeza hacia atrás. Jadeó aire y de nuevo intentó detener al vuelo las hábiles y rápidas manos de su apuesto hermano genio que acababa de atraparlo en una posición por demás comprometedora.

Quid pro quo.Where stories live. Discover now