Capítulo 21

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Russell Square, Londres, Inglaterra

3 de diciembre de 1899


Lee era grande, musculoso, con una brillante piel negra y dientes blancos. Era un gigante y podía romperle la cabeza solo usando sus manos. Recordaba haber pensado eso la primera vez que lo vio cuando Erich Haro la presentó al resto de la banda. Él decía nombres y nombres, pero Theodora solo tenía ojos para Lee porque su presencia era imponente y quitaba el aire.

Volvió a pensar lo mismo cuando se hirió por un engranaje que salió volando y se le enterró en el muslo. Ella estaba en el suelo sangrando, el hombre grande se le acercó y pareció absorber el aire a su alrededor, entonces la tomó en brazos como si su peso no fuera importante y con una delicadeza que le sacó lágrimas la cargó para ponerla a salvo sobre un sofá. Como si fuera algo importante y delicado que él no podía permitir que sufriera más daño.

Theodora regresó a la realidad cuando sintió el cuerpo pequeño y peludo de Horacio acomodarse en su regazo mientras usaba su cabeza para acariciarla como si fuera un perro. Su mono quizá fuera extraño, pero entendía lo que necesitaba sin palabras.

Igual que Lee.

Las veces que Lee la cargaba lo hacía con cuidado, como si fuera lo más valioso que pudiera estar cargando en sus brazos. Lee le sonreía como si todo lo que ocurría en su vida fuera motivo para ello. Lee vivía con ganas, porque cuando se vivía se tenía que vivir con todas las fuerzas, siempre lo decía.

Lee ahora agonizaba sobre un colchón demasiado pequeño para él. La ropa blanca y delicada de la cama de Jeffrey parecía asfixiarlo más que protegerlo. Su primer instinto fue pedir que lo llevaran a una más grande para que su cuerpo estuviera más cómodo, entonces se dio cuenta de que era absurdo. Daba igual la cama. Ni el tamaño ni la ropa harían diferencia alguna en sus heridas.

Theodora cubrió sus ojos con la mano derecha mientras pensaba en la cantidad de piel quemada, Horacio se acomodó a su cambio de posición sin chillar. Esa hermosa piel como el ébano estaba cubierta casi en su totalidad de llagas y heridas abiertas, algunas todavía sangrantes y otras tan profundas que casi se podía ver el hueso. No quería ver a ese Lee, quería al que reía y se burlaba de ella. Al que la levantaba en un abrazo y la hacía girar recordándole una infancia que perdió antes de tiempo.

Parecía que todo lo que hacían era reaccionar y defenderse. Ada enfermó e intentaban salvarla. Luego, lo hizo Alessio; ahí partieron a buscar alguna cura para salvarlo. Secuestraron a Ada y Mina e intentaron rescatarlas. Lo que no tenían previsto era que aprovecharan ese momento para atacar la Estación y quemarla.

Ya no servía solo reaccionar a lo que la O.I.E.N. hacía contra ellos. No era suficiente, tenían que hacer algo más. Tenían que luchar. Era cierto que solo decidió intervenir cuando su familia enfermó, pero eso no significaba que ahora que veía todo lo que estaban haciendo fuera a quedarse de brazos cruzados. Era solo una ladrona, sí, pero no tenía por qué significar que no era suficiente para evitar que siguieran saliendo heridas más personas.

Personas como Namoi. La chica tan silenciosa que casi nunca hacía notar su presencia ni tampoco se quejaba del trabajo. La chica tan tímida que ni se atrevía a llamarla por su nombre de pila. La chica de la que Jeffrey estaba enamorado. Gimió y tuvo que esconder el rostro en el cuerpo cálido de Horacio para amortiguar el sonido. No podía más. Estaba cansada y herida, Ada no estaba, Lee tampoco... Se estaba desmoronando. Los Steelsouls funcionaban por su Maquinista y esta funcionaba por su segundo al mando, por la persona que la apoyaba.

Theodora observó al mono en su regazo y, aun con él cuidándola, sentía que no tenía en quien apoyarse y temía que sus engranajes internos dejaran de funcionar en cualquier momento.

Las Cápsulas Agredianas I: La MaquinistaWhere stories live. Discover now