No quiero estar aquí.
Hace rato que quise irme de todos lados.
Me había olvidado.
Y que mal recuerdo.
─Minnie, ábreme, vamos.
─Miyeon, déjala en paz. Te he dicho que tenía sus propios problemas, que por eso no puede vivir contigo, ¿y aún así la sigues presionando?
─La puedo ayudar a resolverlos.
─No, no puedes.
─Si puedo, y quiero estar ahí para ella.
─Miyeon, entiende porfavor, no puedes.
─No eres quien para decirme si puedo o no.
─¡A Minnie le dueles!─gritó por último.
No hacía falta ver del otro lado de la puerta para saber que Soyeon estaba irritada.
Y al límite.
Tenerme en su casa debía ser lo peor.
No puedo imaginarme el dolor.
Hubo silencio.
Y después un portazo.
Luego de un par de minutos entendí de quién, a lo que abrí la puerta despacio y salí del baño.
Soyeon se encontraba sentada sobre el sillón, con ambas manos sosteniendo los costados de su cabeza.
─Perdón.
Me fui a sentar a su lado, de alguna manera encontrando coraje de poner una mano sobre su espalda.
─Lo siento yo─expresé en respuesta─ Por ponerte en una posición así.
Se veía agotada.
─Puedes ir a tu cuarto, intentaré hablar con Miyeon.
No respondió.
─Perdón─repetí por segunda vez.
Soyeon se paró luego de unos minutos, y se dirigió a su cuarto cerrando la puerta detrás de sí.
Todos los días son agotadores a tu lado.
