cinco.

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Tenía razón el día anterior: amaneció con un feo moretón en la mejilla, con la zona hinchada. Para su propia fortuna, su ojo no resultó afectado, pero sintió el bajón al verse al espejo. ¿Cómo iría a ver a Hyunjin así, luciendo esa herida? No tenía forma alguna de disimularla.

Tal vez eso quiso el sacerdote al golpearlo. Hacerlo ver horrible para su cita con el príncipe.

Ni siquiera podía mandar a un criado a decirle a su Señor que no iría, porque sería un enorme desaire. Hyunjin podría enfurecerse y devolverlo al concubinato como tal. Sin embargo, si iba, también lo consideraría como una ofensa al presentarse con ese aspecto. Por los dioses, qué desastre era.

—Yongbok, ¿qué te pasó?

Volvió su vista cuando escuchó a Xiaoting hablar, y le sonrió con aspecto triste. Jinsol también le observaba, con una clara expresión de miedo.

—Me he golpeado con mi torpeza —explicó Yongbok—. Ayer, cuando regresaba...

—¿Fue el Príncipe? —preguntó Jinsol, sin poder evitarlo. Yunjin, que estaba cepillando su cabello, dejó de hacerlo y se volteó a verlos. Gaeul venía saliendo del baño —¿Nuestro Señor te golpeó por lo que dijiste?

Sintió un escalofrío recorrerlo ante la pregunta. A pesar de todos sus encontrones con Hyunjin, jamás dio indicio alguno de que le fuera a golpear. La sola idea le parecía ridícula y fuera de lugar.

Hubo un breve pensamiento que cruzó su cabeza: decir que fue el príncipe para así meterles pánico.

No, eso era inadecuado. Además, sería mancillar el nombre de Hyunjin.

—No, Jinsol —le dijo, amable y tranquilo—. El Príncipe no ha sido. Fue un accidente que tuve —sonrió con relajo—. ¿Crees que, si hubiera sido él, me habría invitado a pasear en caballo?

—¿De verdad? —preguntó Yunjin, y notó un poco la envidia en sus palabras —¡Y eso que me lo prometió a mí!

—Jinsol —habló Gaeul, llamando la atención por su tono helado—, ¿por qué has preguntado si el Príncipe golpeó a Yongbok? Esa es una pregunta impropia en tu posición. Además —añadió, impasible—, si lo hubiera hecho, ¿qué te incumbe a ti? Nuestro Señor puede hacer lo que le plazca con nosotras.

A sus palabras le siguió un pesado silencio en la habitación. Yongbok volvió su vista hacia el espejo, mirando su reflejo y la hinchazón del golpe. La sonrisa de Xiaoting desapareció y Yunjin bajó la vista. Jinsol se veía avergonzada y a punto de llorar. Todos allí sabían que Gaeul era la más privilegiada de las concubinas y cortesanas, y se lo merecía, de alguna forma. Desde que era pequeña que se le preparó toda su vida para eso, para ser la Emperatriz. Por eso mismo, si alguien necesitaba un consejo, recurría a ella. Además de que era la mayor.

—Lo siento, unnie —se disculpó Jinsol.

Gaeul hizo un gesto con su mano, arreglándose el hanbok.

—Vamos a desayunar, se nos está haciendo tarde —dijo ella, caminando hacia la puerta.

Yongbok decidió ir un poco más tarde, primero debía arreglarse.

Se envolvió en el precioso regalo que le dio Hyunjin cuando le fue a ver, colgándose el brazalete en su mano derecha. Además, decidió atreverse con unos bonitos aretes largos que consiguió, junto con aplicarse kohl en los ojos con un sombreado suave. Lo remató todo al pintarse los labios con un fuerte color rojo que resaltaba sus facciones, y decidió que estaba presentable para el príncipe. Lo único que lo arruinaba era ese moretón y la hinchazón, pero ante ello, poco podía hacer. Pensó en cubrirlo, sin embargo, su rostro podría verse raro con esa herida allí.

jewel ୨ৎ hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora