Prefacio

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Su sonrisa es como la de un ángel; y sus ojos... ¡Oh sus ojos! Son como dos pequeñas aceitunas, pero en su lugar una es verde y otra café; soñadores, atrapadores, mágicos... es como si estuvieras frente a la perfección andante, pero él no es perfecto, él no lo es y yo menos. Se dice que, para amar a una persona se requiere de amor propio, y amor propio es el que tengo. Al menos... al menos eso creí hasta que apareció él en mi vida.

Se escuchaban las sirenas de fondo. El piso se sentía frío y tierroso, abrí los ojos tan solo para darme cuenta donde seguía tirada en el suelo, en el frío suelo de un lugar sin regreso. Tragué duro al verme ahí entre la demás gente hasta que tomé asiento, y por ende comencé a temblar de miedo. El viento intensificó el polvo que había a nuestro alrededor desapareciendo entre el gentío que brincaba, que bailaba y cantaba al son de la música. Entonces, ese dolor que últimamente se insertaba en mi pecho comenzó a intensificarse, ¿era de tristeza?

—Lo ves —escuché decir a la voz atrás de mi.

—Fui su burla, ¿no es así? —respondí mirando hacia un punto fijo, y ese punto fijo era él alejándose de mí.

—Te lo dije.

Volví a recostarme en la tierra, porque si, así me sentía; sucia como un trapo viejo y pisoteada como si hubiese sido una cualquiera. Los recuerdos volvían como flashes de una película a mi mente, tan reales pero pasajeros. Me crucé de brazos y miré al cielo estrellado recordando el "por siempre y para siempre", provocandome una risa que hizo darme cuenta que puse en la cima de mi mundo al chico equivocado.

Porque lo peor no sería perderlo a él, sino, perderme a mi.



BONHOMÍA°Where stories live. Discover now