2. Billeteras vacías

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Se sentía como... se sentía como una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo. ¿Alguna vez has sentido esa corriente? Es como si supieras que has encontrado a esa persona, como si fuese todo lo que esperabas y has estado buscando desde el momento en el que supiste que era el amor, o por lo menos que lograste sentir amor. Pero no lo era, quizás lo que sentía en realidad era miedo y temor.

—Delincuente —respondí al verlo.

Éste soltó una carcajada, arrebatándome después la cartera que llevaba en mi mano. Estuve a punto de protestar, pero callé al instante cuando una chica con pasamontañas, de playera negra y minifalda a cuadros rojos y negros se acercó a nosotros. Ella le dijo algo inaudible al oído, haciendo que el chico diera la media vuelta y salieran corriendo juntos del lugar.

Me quedé sin habla, con el corazón palpitando a mil por hora sin apenas saber qué hacer o que decir. La mayoría de las personas que se encontraban en el lugar habían salido corriendo después del asalto, un asalto que pasó tan rápido, donde apenas si pude sopesarlo. No estaba en shock, más bien estaba sin habla por haberle dado la cartera a ese chico con un pasamontañas negro y roto.

Todos los presentes en la tienda se quedaron conmocionados, una chica si que se encontraba en shock mientras el dependiente del lugar trataba de tranquilizarla. No dudé en salir y ver al mismo chico en el coche que se encontraba estacionado justo al lado de nosotros y fue ahí donde logré ver su rostro. Me sonrió, dejando ver un pequeño hoyuelo en el lado izquierdo de la comisura de sus labios; era de cejas pobladas, y de lejos se veía algo escuálido.

—¡Maldito! —exclamé, provocando que mis dos amigos voltearan a verme.

—¿Qué sucede? —preguntó Ely algo alarmada.

—Ese imbécil asaltó la tienda —dije señalando el coche que se alejaba de nosotros.

—¿Te hicieron algo? —preguntó Alex, preocupandose como siempre por mi seguridad primero.

—Me quitó la cartera... —bastaron unos segundos para darme cuenta —¡Joder, mi cartera!

Exclamé, recordando lo importante que era para mi esa cartera. No por los billetes en ella, si no por la infinidad de recuerdos dentro de ella; el dibujo de mi abuela.

(***)

El camino a la playa fue ruidoso, Ely hablaba hasta por los codos de todo lo que haríamos ese sábado y Alex la escuchaba. Por otro lado, yo seguía con la imagen del chico en mi cerebro. Cerraba los ojos y lo veía ahi, sonriendo como tonto. Suspiré, estaba preocupada y ya daba por perdida la cartera con el dibujo de mi abuela.

Decidí disfrutar de la vista, sobre todo al ver que nos acercabamos a la playa. Era una vista impresionante, el mar era algo que me tranquilizaba y me aterrorizaba al mismo tiempo. Era de las personas que solo mojaban los pies y se regresaban a la orilla para no ser tragadas por el mar. Alex se estacionó a unos cuantos metros alejado de los puestos de comida, los tres bajamos del coche dirigiéndonos a la cajuela. Ayudé a ambos a bajar las cosas que siempre llevabamos con nosotros un sábado por la mañana; toallas, sombrillas, desayuno y bloqueador.

—¿Trajiste la bocina? —preguntó Ely.

Alex negó, pero yo era de las personas que nada se les olvidaba, así que lo siguiente que hice fue sacar la bocina de mi mochila.

—¡Nos has salvado! —exclamó Alex —Gracias perfeccionista.

—No lo soy —me defendí.

—Si lo eres —continuó Ely.

—Que nada se me olvide es muy diferente a ser perfeccionista.

—¡Perfeccionista! —exclamó Alex.

BONHOMÍA°Where stories live. Discover now