Introducción

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«Estoy interesado en el producto»«Hola! Cómo estás?»«¿Cuánto pides?»

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«Estoy interesado en el producto»
«Hola! Cómo estás?»
«¿Cuánto pides?»


Un atisbo de esperanza se apoderó de mi pecho apenas al ver ese mensaje en la bandeja del Messenger de Marketplace. Engullí la cucharada llena de arroz que había quedado a mitad de camino y con el nerviosismo de la incertidumbre empecé a tipear.

«Sí está disponible»
«Por la compu pido 80.000»
«No es negociable»


La otra persona, Alejo Torres Nuñez, quién en la foto de perfil tenía un gato gris con un ojo movible de plástico pegado junto a un ojo tan dorado como una moneda nueva, leyó el mensaje y no me contestó.

Sentí algo de nerviosismo. Era una muy buena computadora portátil HP, con memoria RAM externa de 16gb. Mi tesoro personal, había invertido mucho en ella.

Pero también necesitaba el dinero.

Miré alrededor mío, el departamento vacío que debía entregar al día siguiente.

«Podría negociarlo»
«Pero necesito que la plata sea en efectivo, no transferencia»


Esperé un momento. Dejé de lado el teléfono y volví a concentrarme en mi arroz. Debía lavar la cacerola y los utensilios para devolverlos a la vecina antes de que me sacaran del departamento a primera hora de la mañana siguiente.

Cuando rogué al casero por unos días más para la mudanza solo estuve rogando por más tiempo sin ser un homeless, porque todas las pertenencias las había estado vendiendo para pagar la renta desde que perdí mi trabajo, tres meses atrás.

Y así mi vida se había convertido en ganar tiempo. Ganar tiempo para no perder el trabajo, ganar tiempo para no perder el departamento y ahora era ganar tiempo para vender la computadora, el último objeto que adornaba el lugar como un cáliz sagrado. Ganar tiempo ahora que tenía el wi-fi de la vecina, la misma que me había prestado una cacerola y una cuchara.

El teléfono volvió a sonar con un milagroso tin que aceleró mi corazón.

«La quiero!»
«80.000 es lo que sale y te pago en efectivo»
«¿La puedes traer hasta mi casa?»
«Está un poco lejos de dónde vives, yo soy de Marbes, no hay problema?»


Un alivio me recorrió de pies a cabeza. Marbes quedaba a tres horas en tren de la estación Lombardi. Si el regreso me atrapaba durmiendo en un tren no sería un homeless, sería solo un muchacho que viaja de noche y se duerme en el tren, para luego ser solo un muchacho que se duerme en la estación porque quién lo iba a buscar había sufrido un retraso.

Lo común.

«No te preocupes, puedo estar allá mañana a la tarde, te parece?»


Bien, algo había salido bien luego de un tiempo. Luego de que una estafa con transferencia me había dejado sin bicicleta y con la confianza en la gente por el suelo. Prefería llevar mi última esperanza conmigo y recibir el dinero en mano.

«Sí! Gracias, siempre quise ese modelo de laptop, estoy realmente emocionado!»


Ignoré el mensaje y le pregunté por su dirección. Aquel mediodía parecía más luminoso que ningún otro que hubiese presenciado antes en ese departamento que solo sería mío por diecisiete horas más.

El mañana podría ser incierto, pero de una cosa estaba seguro: esa venta me cambiaría la vida.

Y vaya que me la cambiaría.



Sucedió en MarketplaceWhere stories live. Discover now