Promesas

4 2 0
                                    

Me dejé conducir por Unai, bolsa en mano, olvidándome de todo. En ese momento no estaba pensando ni en que era un ladrón, ni en que casi me despiden por su culpa, ni que me dejo inconsciente, ni en que debería avisar a Lucía.

¡Lucía! Mima, como se entere de esto me va a matar. Pero no se tiene que enterar. Jo, ¿pero eso no me haría una mala persona?

Me quedé quieta de golpe, sobresaltando a Unai, que seguía andando. Se paró también y se acercó a mí. Yo me solté suavemente de su agarre e intenté evitar su mirada mientras me removía nerviosa en mi sitio. ¿Que demonios me creía que estaba haciendo? ¿Escapando a vete tú a saber donde con un criminal? No podía olvidar la razón por la que estaba haciendo todo esto, el por qué se supone que me iba a infiltrar.  Él me miró, extrañado, pero pude detonar un leve rastro de preocupación en sus rasgos.

- ¿Estás bien?

- Me tengo que ir. Lo siento mucho pero se suponía que iba a volver directa a casa después de ir a comprar, y tampoco debería haber tardado tanto. Mi hermana se estará preocupando.

- ¿No la puedes llamar?

Pillada. Pillada pilladísima. Volví a desviar la mirada mientras jugeteaba con la tela de mi pantalón. Me inventé una escusa rápido.

- Es que es de Málaga y hoy se va ya, tengo que ir a despedirme.

A ver, mentir no estaba mintiendo, solamente estaba distorsionando un poco la verdad. Mi hermana si que se iba hoy, pero cogía el tren por la tarde. El me miró y, para mí sorpresa, sonrió.

- Entiendo, lo hubieras dicho antes y no te hubiera distraído tanto. ¿Sois las dos de la misma edad?

- No, ella es dos años más joven, tiene dieciocho.

Eres tonta. Ya no es una pregunta, es una afirmación.

Acababa de darle mi edad y la de mi hermana a este tipo. Me miró sonriente, inclinándose hacia mí. Su sonrisa me recordaba a algo, aunque no estaba segura de a qué.

- ¿Conque tienes veinte, palomita? Que agradable sorpresa, por qué yo tengo veintiuno.

Pero si al final resulta que me sale bien la jugada. Otra vez. Soy una crack en esto. Le sonreí e intenté distanciar os un poco, dando a entender que me tenía que ir ya, pero antes de que pudiera dar un paso, me interceptó.

- ¿Me das tu número? Eso de solo verte cuando me voy encontrando contigo es un poco aburrido.

Me quedé en shock, ahí plantada como una pasmarote.  Sabía que mi boca se había abierto en una "o" perfecta, pero no podía hacer nada por cerrarla. Al final, reaccioné y saqué mi móvil del bolsillo. Se lo pasé, esperando a que terminase de añadirse a mis contactos. No era muy inteligente por mi parte pasarle mi móvil desbloqueado a un ladrón, pero que le vamos a hacer, tampoco me importaba. Menos mal que había guardado a Lucía solo por el nombre, por qué si no como le explicaba yo por qué tenía a una agente del gobierno entre mis contactos. Cuando terminó, me pasó el móvil y nos despedimos. Mientras iba caminando, se me ocurrió mirar como se había guardado. Supuse que solo con el nombre, pero al mirar volví a quedarme petrificada. Allí, al lado del nombre, un corazón rojo me miraba, como burlándose de mí. Y en ese momento, me llegó un mensaje.

"Hola palomita"

                                                        *   *   *

Llegué a casa con el corazón retumbándome en el pecho. ¿Quién me creía que era, hablando con un peligroso criminal como si fuéramos besties? Tenía que tener más cuidado o a este paso iba a conseguir que me mataran. Volví a llamar a Lucía. Le dije la edad de Unai y que tenía su número de teléfono.

- Hasta aquí hemos llegado. Se que tendríamos que esperar al lunes para empezar a hacer algo pero no podemos esperar. Tienes una oportunidad de oro delante de tus narices y no la vamos a desperdiciar. Dile de quedar sobre las seis o así y media hora antes pásate por el café del otro día. Te vamos a poner un micrófono que se comunicará directamente con nosotros. Si necesitas que te saquemos de ahí, di "las violetas son muy bonitas" tres veces. Sé que suena raro, pero no es muy difícil de introducir en una conversación.

Hice lo que me indicó y le envié un mensaje a Unai. Este no tardó mucho en responder, pero los minutos de espera se me hicieron eternos.

Unas horas antes de lo que habíamos quedado me preparé. Me puse un atiendo sencillo y cogí una bolsa de tela donde metí, aparte de lo usual, una botella de agua y unos bocatas. Me maquille levemente, un poco de eyeliner y de gloss. Me despedí de mi hermana con un abrazo.

- Cuídate, ¿vale? Y no hagas nada imprudente, que ya nos conocemos.

- Casi pareces tú la mayor, Nerea.

Cuando nos separamos vi el brillo de lo que podía ser una lágrima asomando en sus ojos. Intenté sonreírle de forma reconfortante mientras le aseguraba que iba a estar bien.

- No hagas ninguna tontería. Si ves que la cosa se pone fea, no dudes en pirarte. No me sirve de nada que pillen a ese ladrón si no te tengo a ti.

- Tranquila, no haré nada estúpido.

- Prométemelo.

Dudé durante una fracción de segundo. Sabía que tenía razón y que no debía arriesgar mi vida por una estúpida misión, pero era yo la que había aceptado, aún cuando me dijeron que podría negarme y volver a mi vida normal. Sabía que Nerea tenía miedo por mí y que lo que le impulsaba a decir esto era la preocupación. Pero ya había llegado muy lejos y no iba a tirarlo todo por la borda a causa de ser demasiado precavida. Si iba a hacerlo, iba a hacerlo con todas.

Mi boca estaba seca y las palabras arañaron mi garganta cuando me forcé a hablar.

- Te lo prometo.

Infiltrada [escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora