Chófer me llamaban

6 2 0
                                    

Eran al rededor de las cinco de la tarde y estábamos todos, incluidos Mari y Jose, reunidos en el comedor, discutiendo que deberíamos hacer.

En dos semanas ya nos habíamos encontrado a cinco agentes, pero ninguno de ellos había hecho nada, solo observar y seguir.

Honestamente, que mal rollo que daban.

En ese momento, una chica llamada Laura, la que me dejó el pijama el primer día, habló. Solo había pasado un mes, pero parecía tan lejano...

Ya estaba totalmente integrada en el grupo, conocía a todos y todos me conocían a mí.

- Pues yo creo que deberíamos confrontarlos.

- ¡Eso! Si seguimos huyendo y evitándolos  van a pensar que somos cobardes y un blanco fácil.- la secundó Paulo, un chico de unos treinta años con una extraña obsesión con los chistes malos.

- Yo digo que mejor los dejemos estar. Total, no están haciendo nada que nos pueda dañar.- Darío propuso la opción más segura. Aún siendo un tío alto y musculoso, era un osito de peluche y odiaba los conflictos. 

Entonces Unai se levantó y se hizo el silencio. Aún siendo de los más jóvenes, era el que más imponía, ya que era el que había reclutado a todos.

En realidad, las historias de todos eran similares. Menos la mía, vaya.

Tenían una vida horrible (abusos en casa, mala situación económica, discriminaciones o cosas así) y Unai había visto su potencial y los había rescatado. Por eso todos estarían siempre endeudados con él, aunque el pobre intentaba hacerles ver que no era así, que ya era suficiente que se arriesgaran por él cuando salían a robar.

- Lo que deberíamos hacer no es nada de eso. Es bastante fácil, de hecho. Intentan sembrarnos miedo a la vez que nos identifican, pero piensan que somos pocos y que estamos desorganizados por qué solo salimos de aquí  (la base y los alrededores) habitualmente las mismas cinco o seis personas.  Pero podemos usar eso a nuestro favor.
Ángel- un joven, alto y fornido, con la complexión de un boxeador profesional y la piel muy oscura, levantó la cabeza al escuchar su nombre-. Tú vas a ser nuestro factor sorpresa.

Empezó a explicarnos el plan, sin ser consciente de que La Jirafa se estaba enterando de todo.

 * * *

Ángel iba a ir camino al gimnasio, con una bolsa aparentemente de deporte pero con un trasfondo con el material necesario para secuestrar al agente  que, teniendo en cuenta su patrón de vigilancia, estaría por ahí cerca.

Una vez allí, lo conduciría a un callejón para amordazarlo, donde Mateo, Unai y yo lo estaríamos esperando con una autocaravana. Y pim, pam, pum, agente secuestrado.

A ver, Unai dio muchos detalles y cosas así, pero es que no me acuerdo ni de la mitad.

Eran ya las nueve y Ángel estaba "volviendo del gimnasio" cuando distinguimos, ocultos entre las sombras, la figura de un señor tras él.

En realidad, era casi irreal como estábamos. Parecía que la oscuridad misma nos rodeaba, refugiándose de miradas indiscretas. Pero también era luna nueva y la farola a nuestra izquierda no funcionaba, así que supuse que sería eso.

Vimos a nuestro amigo entrar a la boca del callejón, pero una vez dentro la oscuridad era tan densa que yo no podía  ver ni a Unai, aún así, gracias al sonido de su acompasada respiración y el calor que emanaba de su cuerpo, sabía que se encontraba a meros centímetros detrás mío.

El sonido de puñetazos y de gritos nos llegó, y noté como alguien a unos pasos de mí se movía.

Mateo fue a ayudar a Ángel. El pobre hombre estaba ya tumbado en el suelo cuando el sonido de un coche y las luces de unos faros demasiado cerca nos alertaron de la presencia de alguien más allí.

Me hice la sorprendida mientras Ángel y Mateo corrían hacia nosotros, que ya estábamos metidos en la furgoneta.

Pero será falsa, niñata. Si tú ya sabías que esto iba  pasar. Como si Lucía no te hubiera avisado hacer un hora. Falsa.

Por extraño que parezca, tenía la sensación de que mi conciencia no sonaba muy... yo. No sé

Consiguieron entrar antes de que, quien quiera que bajara del coche les pillara. Arranqué el motor y salí a toda velocidad del callejón, antes de que el desconocido pudiera cerrarnos el camino con su propio coche.

Obviamente, todo era un acto. Les había dicho la ruta que iba a tomar para que otro coche nos siguiera desde lo lejos hasta la base.

Pensaba que ya lo habíamos conseguido cuando el sonido de unos disparos me sobresaltó. Estuve a punto de dar un frenazo, pero el sentido común que (pocas) veces uso ,me advirtió que no era una buena idea.

Los disparos nos siguieron y le dieron a una de las luces de atrás, así como a algunas partes del maletero.

No sé cómo, pero conseguimos llegar a la base sin ser seguidos.

No me acordaba de nada del viaje. Solo habían sido los disparos al salir del callejón y de repente estaba en el garaje que ya tanto conocía.

Fue justo entonces cuando mi cuerpo decidió relajarse y la adrenalina se disipó.

Disparos.

Malditos disparos.

Podrían haberle dado a Mateo o a Ángel.

O a mí.

O a Unai.

Empecé a hiperventilar y a ponerme muy nerviosa cuando la mano de Unai se posó en mi hombro.

No me atreví a mirarlo.

Era mi culpa. Había sido por mi culpa. Podríamos haber muerto por mi culpa.

Estaba a punto de empezar a llorar cuando me cogió entre sus brazos y me dio un fuerte abrazo. Eso era todo lo que necesitaba. Dejé que mis músculos se destensaran y conseguí hacer mi respiración más regular.

Bajamos de la furgoneta y fui hacia mi habitación. A cada paso que daba la ira se hacía más grande, latiendo fuertemente en mi pecho.

Cerré ,a puerta de mi habitación y llamé a Lucía.

*  *  *

- ¿Por qué había disparos, Lucía? ¡No me avisasteis! Casi me da un infarto. ¡Podría haber muerto! ¡Podríais... - podríais haberlo matado. Pero eso no lo iba a decir. Al fin y al cabo, no creo que les gustase  mucho ese comentario. - No sé. Pero al final no nos siguió nadie, ¿cómo es eso posible?

-L o siento muchísimo, Carlota. Yo no sabía que la persona que enviamos iba a llevar pistola. Teóricamente solo tenían que seguiros.  Si lo hubiera sabido, te lo habría dicho. Lo siento de verdad, pero es que a mí  no se me reportan este tipo de cosas. Aunque me parece raro que la jefa no te lo dijera. Se le habrá olvidado, está muy liada últimamente. Y no estoy segura de por qué os dejaron ir. De verdad que no lo sé.

Ella siguió deshaciéndose en disculpas, mientras yo iba calmandome poco a poco.

No me parecía que la posibilidad que me mataran fuera tan irrelevante como para que se le pudiera olvidar, pero no podía echarle la culpa a Lucía. La pobre solo hace su trabajo.

- No pasa nada, no puedo culparte.

Estuvimos charlando un poco más de cosas intrascendentes. Como si fuéramos amigas. En realidad me llevaba bien con Lucía, pero no podía evitar pensar en lo de esta tarde.

Casi nos matan.

Por mi culpa.

Infiltrada [escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora