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𝓗𝓪𝓼𝓽𝓪 𝓭𝓮𝓼𝓹𝓾𝓮𝓼 𝓭𝓮 𝓶𝓾𝓮𝓻𝓽𝓸
Spreen había abierto su pollería recientemente en Tortillaland, las ventas iban bien pero siempre la última hora antes del cierre no venía nadie, se propuso cambiarla a una hora antes y así tener un rato más de tiempo libre, decidió dejar unos días para planificar el cambio de cierre hacer una pancarta o algo.
Unas noches antes del cambio de horario, apareció un chico bastante bajito a comparación de Spreen y pidió un pollo para comer allí, aquello sorprendió al dueño pero no rechistó y se lo preparó, el cliente misterioso, apodado así por el confundido Spreen, pagó y se sentó en una de las mesas del local, el oso le miraba atento mientras el contrario comía, nunca le había visto pero sin duda tenía una apariencia curiosa, bajito, moreno, con un mechón anaranjado probablemente mágico y bastante guapo, aunque lo último era evidente.
El chico terminó de comer y llevó la bandeja con los huesos de aquel animal hasta donde estaba el oso.
— La próxima vez puedes hablarme en vez de quedarte mirándome de esa manera— dijo con una leve sonrisa.
Spreen vió como el contrario dejaba la bandeja y tras eso lo vió alejarse del lugar, miró la hora y solamente faltaban cinco minutos para cerrar pero eso no era lo importante para Spreen en aquel momento, más bien lo importante era descubrir quien era aquel extraño sujeto o mínimo conocerle mejor.
Al día siguiente a la misma hora el chico misterioso apareció y volvió a pedir lo mismo, Spreen le preguntó si podían hablar con él mientras comía, el chico aceptó gustoso, Spreen descubrió que el nombre del contrario era Auron, que tenía 32 años y que venía de un lugar bastante lejano llamado Karmaland.
Pasaron los días y Auron y Spreen seguían hablando hasta que el de menor tamaño se marchaba a dios sabe donde, formaron una amistad bastante bonita pero llegó el día del cambio de hora del restaurante y ese día Spreen cerró más temprano, pasaron los días y Auron no aparecía, esto entristecia y preocupada a Spreen, después de una semana decidió quedarse una hora más tarde, como en su antiguo horario y Auron aparecío, tocó la puerta y Spreen le abrió enseguida.
— Eh, ¿puedo pasar? He visto la pancarta... se que está cerrado.
— Capo, pasa como si fuera tu casa.
Auron entró y Spreen le sirvió lo de siempre, ambos se había extrañado mutuamente y volver a hablar como si nada hubiese pasado era reconfortante hasta cierto punto.
Auron le comentó que no podía venir antes por su trabajo y aunque lo habia intentado siempre se había encontrado con el lugar cerrado, aquello entristeció un poco a Spreen, el hecho de imaginarse al contrario solo frente las puertas de la pollería cerradas y las luces apagadas, le estrujaba el corazón.
Desde ese día Spreen se quedaba en la pollería incluso después del cierre para hablar con Auron, se había vuelto técnicamente una rutina para ambos.
