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13. RECUERDOS
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TAKAHIRO SUELTA UN GRAN BOSTEZO por décima vez en el día, la noche anterior había estado hasta entrada la madrugada jugando videojuegos con Mikey en su habitación, y hubieran seguido hasta que el sol saliera si no fuera por el sentido de responsabilidad del menor. Obligo al rubio a acostarse a su lado en su cama, acariciando su cabello hasta dejarlo completamente dormido.
Sabía que se pasaría las clases muerto de sueño, pero aunque lo sufriera luego, apreciaba demasiado esos momentos donde ambos se sentían como dos adolescentes normales. Aunque las mañanas con Manjiro eran un martirio.
No solo porque tardaba literalmente media hora en arrastrar al rubio fuera de la cama, sino también porque debía cuidar de él como si tuviera dos años recién cumplidos. Dejarle el desayuno listo, prepararle el uniforme y mientras comía lo que Emma haya preparado, peinar su cabello para recoger la mitad del mismo en una coleta.
Aunque no podía culparlo, sabía que no se trataba solo de una maña del rubio ni algún berrinche infantil propio del muchacho. Takahiro nunca pasaba por alto cada detalle que observaba en su mejor amigo, por eso notó el cambio en toda su personalidad desde la muerte de Shinichiro. Mikey no era un simple niño irresponsable que no le importaba su futuro, solo era un niño que había perdido a su hermano, lo que resultó un golpe demasiado duro del que aún no se recupera.
El pelilila lo sabía, y Draken también, es por eso que a pesar de las quejas, se aseguraban de que Manjiro pudiera salir de su cama, no hundirse en la soledad de su cuarto y la oscuridad del mismo. Eran quienes se habían encargado de animarlo lo más posible, ayudarlo a salir adelante. No era una simple pereza, Mikey sufría diariamente la pérdida de su hermano mayor, quien era su figura paterna y la persona que más admiraba en el mundo.
Se quitó los zapatos en la entrada de su casa, su teléfono se había descargado completamente al haberse olvidado el cargador en la casa por lo que estuvo toda la mañana incomunicado. Rápidamente, con sus pantuflas de gatito puestas, corre a su habitación para conectar el aparato y dirigirse a la cocina bastante hambriento.
Sacó de la alacena un tazón de ramen y se dispuso a calentar un poco de agua. Ciertamente la casa se sentía demasiado silenciosa sin las niñas correteándose entre si, o gritando a los cuatro vientos. Volvió a su habitación, queriendo encender el teléfono para poder revisar si tenía alguna notificación.
Pero mientras la pantalla se encendía, su mirada cayó en un marco que reposaba sobre la cómoda detrás de los futones. Takahiro no puedo evitar sonreír, y se lo toma entre sus manos para ver la foto más de cerca. Por lo general, sus amigos no le visitaban en casa puesto que siempre estaban ocupados con sus hermanas, así que no tenía miedo de dejar eso allí.
