Capítulo diez.

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—¿A dónde vas?.

Me giré rápidamente al escuchar la voz de Sara. Acaba de levantarse, tiene los ojos un poco hinchados, el cabello desaliñado y todavía usa sus pijamas de bob esponja.

—Iré a ver a Pablo, me ha pedido enseñarlo a conducir.— coloco dos tostadas en un plato.— yo ya desayuné, estás son para ti, hay huevos revueltos en el microondas.

Tuve tanto tiempo libre que decidí prepararle el desayuno también.

—¿Irás tan temprano?.— bosteza tomando una tostada y metiéndosela a la boca.

—Amiga son las 11 de la mañana, no es temprano.— me río.— Me ha pedido que fuera después de su entreno, así que eso haré.

—Uy, ¿y como te va a pagar?.— sube y baja las cejas de una forma divertida.

—No seas tonta.— Ruedo los ojos.— Solo es un amigo.

—A mi no me enseñaste a conducir.— frunce el ceño.— Y yo soy tu mejor amiga.

—Ya sabías conducir cuando te conocí tonta.

—Como sea.— le resta importancia con su mano.— Que te vaya bien en tus clases, me saludas a Xavi y le das una nalgada a Pedri de mi parte.

—Si, no haré eso.—me río.— ¿Estás bien? o ¿Quieres que me quede contigo?

—No, tú ve y diviértete chiquita.

Le dedico una sonrisa antes de salir y bajo por el ascensor para llegar al estacionamiento del edificio. Subo en mi auto, dejo mis cosas en el asiento del copiloto y coloco la dirección que me ha mandado Pablo en google maps, no tenía ni idea de dónde quedaba la Masía, pero me ha pedido vernos ahí.

Hoy me desperté temprano, no porque quise, si no por obligación. Sara me había quitado toda la cobija en la noche y me moría del frío, esa era una de las razones por las que nunca dormía con ella, siempre terminábamos así:

Yo sin cobija y en la orilla de la cama apunto de caerme.

Tome una ducha larga, leí algo sobre la clase que tenía mañana y tomé apuntes, hice mi desayuno y el de mi mejor amiga, un domingo bastante tranquilo.

Conduje durante unos minutos mientras escuchaba música de la radio, no podía parar de pensar, iba a enseñarle a conducir a el amigo del chico que conocí gracias a que me confundí de auto en una fiesta.

Esta clase de cosas definitivamente solo me pasan a mi.

Llegue al estacionamiento borrando esos pensamientos, tomé mis cosas y me baje encaminándome hacia la entrada.

—Está prohibida la entrada.— Me detiene un guardia que apareció de la nada al ver que intentaba entrar.

—Oh, claro disculpe.— Retrocedo unos pasos—Me han invitado.

—Si claro...

Pero que grosero.

Le doy una sonrisa forzada y procedo a llamar a Pablo para que baje. Este enseguida lo hace, habla unos segundos con el guardia y me dejan entrar.

—¿Como amaneciste?.— Pregunta saludándome con un beso en la mejilla.

—No muy bien, desperté sin cobija y con una rodilla de Sara clavada en mi espalda.

El auto de Pedri  » Pablo GaviWhere stories live. Discover now