Capítulo 7: La propuesta

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Gabriela

Luego de salir del metro me acerqué a un edificio bastante grande, de aquí abajo podía deducir que debía tener cuarenta pisos aproximados. La puerta giratoria de la entrada me hace dudar en entrar, toda la gente que entra y sale se ve tan fina y elegante y yo lo más lujoso que traía era un relicario que me había costado una ganga.

—ya estoy aquí, no voy a echarme para atrás ahora.

Todavía no cruzaba la entrada y ya olía la canela de la recepción.

Las pocas personas que notaron mi presencia me miraban con extrañeza, mi aspecto no era el mejor de todos, y en este momento parecía más una limosnera que una visita.

Me imagino que aquel hombre debe tener un buen cargo como para citarme en este lujoso lugar. Dudo mucho que sea algún asalariado que venía a trabajar como mula, el reloj que traía la última vez que lo vi, se notaba que era más caro que toda la ropa que tenía en mi armario.

Parada en medio de la recepción me burlé de mí misma, en un principio había dicho que no vendría ni por todo el dinero del mundo. Y aquí estaba, a punto de subir a ver a un extraño que conocí en el restaurante que al parecer sabía más de mi vida que yo misma.

Pero debo ser cuidadosa.

Daren De Villiers era un extraño, uno peligroso que si me descuido se transformaría en una bestia que sigilosamente espera para atacar mi yugular.

—¿necesita algo? —escucho a mi espalda. En cuanto giro veo a una mujer sentada detrás del mostrador con el cabello tan recogido detrás de su cabeza, que de solo verla me duele el cuero cabelludo.

Sin perder tiempo me acerqué hasta ella, y la chica al verme de cerca parece no respirar mientras sus ojos van de mi cabeza hasta mis pies. Me siento tan observada que moví nerviosa los pies, me pregunto si se notara mucho que están descastadas las suelas de mis zapatillas.

—Hola, me llamo Gabriela Rangel, vengo a una cita con Daren —la recepcionista que al fin deja de analizarme con la mirada, me sonríe con el cinismo más grande que he visto en mi vida.

—¿al señor Daren De Villiers? —dice recalcando la palabra "señor".

—sí, creo que hablamos de la misma persona.

—déjeme anunciarla, deme un minuto.

Asiento con la cabeza y me alejo un poco.

La recepcionista parece dudar totalmente de mi palabra, y la entiendo, no vengo con la ropa para una entrevista de trabajo. Un simple vestido negro y una chaqueta de jeans azul marino prestada por Abi, no parecía convencer a nadie.

Una vez que cuelga la llamada me acerco por una respuesta.

—suba hasta el piso cincuenta, el ascensor la dejará justo en su oficina —dice sonriendo.

Después de volver a ver la misma sonrisa del principio, me prometo algo, si la entrevista es para su puesto, estaré feliz con sacarla a patadas, no hay humildad en ella.

—gracias.

A paso lento avanzo hasta el ascensor que con una campanada me da la bienvenida, pulso el botón con el numero cincuenta y este cierra sus puertas. Las cuatro paredes de dentro son de espejo, aprovecho de arreglarme el cabello y de respirar lento para no marearme, es un poco alto y me da pavor que las cuerdas del ascensor se corten.

—no seas tonta Gabi, esas cosas solo pasan en destino final.

Me digo a mí misma recordando las terribles películas en donde los protagonistas ven el futuro, y les enseña la muerte de todos.

Hasta que el contrato nos separe EDITANDOWhere stories live. Discover now