十六

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Medianoche

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___ jugaba con un mechón de su cabello, lo enroscaba hasta sentir presión sobre su dedo y lo desarmaba, así repetidamente. En estos momentos su atención estaba en algunos documentos que estaban esparcidos a lo largo del frío suelo de cerámicas.

— ¿Sigues viendo eso? —el tono monótono de su melliza llamo su atención, la miró fugazmente con el rabillo del ojo.

Una clara mueca de disgusto salió de ___: —Sabes bien que algo aquí no cuadra.

—Lo has dicho toda la mañana, ya es tarde —la vista azulada de la chica paró en el reloj de la pared, eran las once de la noche. Su melliza no sabía cómo expresar la preocupación de buena manera, un regaño no haría que ella se fuera a dormir.

—Vete, alcanza a Akemi —murmuró, para tomar uno de los montones de hojas en el suelo.

—Eres insufrible, ___ —gruñó molesta, cruzándose de brazos.

—Tú eres peor, Shiho.

La chica de hebras castañas se dio la media vuelta y desapareció del campo visual de su melliza, claramente molesta.
Un suspiro salió de sus gruesos labios, estaba agotada, pero sabía bien que habían robado una caja de sus prototipos y tenía que saber que efectos podrían causar en humanos, digamos que los tejidos de ratas no eran para nada similares a los de una persona.

Al procurarse de que se encontraba totalmente sola, fue hasta la computadora que le correspondía a su compañera de trabajo. Eran unas de las científicas más jóvenes de toda la organización, y destacaban con un intelecto superior.
Tecleo la clave de acceso rápidamente, podrían descubrirla en cualquier momento.

—Maldita sea Shiho —el enojo iba incrementando cada vez más, acorde leía los avances de su hermana—, lo siento.

Se procuró de modificar parte de los componentes para que la droga que estaban creando se retrasará más aún, unas pequeñas modificaciones estúpidas harían bien la labor que estaba buscando.
Abrió la carpeta que estaba en el escritorio del ordenador, una lista de las personas que se le había administrado algunos prototipos.

Más de los que se debería. Estaba en lo correcto cuando noto la falta de aquellas píldoras en su escritorio.
Si bien la droga creaba el proceso esperado, era obvio que no era una prueba definitiva, algo dentro de los componentes podía fallar.
Siguió bajando en la extensa lista, y se detuvo al notar que uno de los nombres se encontraba en rojo.

—Kudo Shinichi, desaparecido —leyó en voz tenue, casi imperceptible por la sorpresa.

El sonido que indicaba que ya era medianoche, la sobresalto. Modificó la descripción del chico con rapidez y se envió una copia a sus archivos. Apago la computadora y se dirigió a guardar sus pertenencias antes de irse de los laboratorios.

No tenía ánimos de llegar a casa, pero tampoco se quedaría más tiempo en ese horrible lugar, se resguardo del frío ambiente que estaba azotando contra su cuerpo.

Las luces en la ciudad de Beika iluminaban el cielo, en otros momentos le hubiese parecido una hermosa vista. Ya alejada lo más posible de la organización, revisó los archivos que había descargado con anterioridad.
Tecleó el nombre del chico, no se sorprendió mucho al obtener su dirección al darse cuenta de quienes eran los padres del muchacho.

—Un chico muy curioso —canturreo—. Creo que le haré una pequeña visita a la residencia Kudo.

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___ observó como el cuerpo del encogido subía y bajaba rítmicamente, se había quedado dormido sobre el sillón, casi al instante después de terminar su taza de café. Se acordó cuando estaba desesperada buscando a tal vez la única persona que ha sobrevivido a los efectos del apotoxin.
Su estómago se revolvió por las miles de sensaciones que estaba sintiendo justo en ese momento, él podría ser su boleto de salida.

Negro [Shinichi Kudo]Where stories live. Discover now