11. REVELACIONES

410 97 131
                                    

Jackson emprendió la huida en la patrulla haciendo zigzag a través de las calles

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Jackson emprendió la huida en la patrulla haciendo zigzag a través de las calles.

—Bájate, tenemos que seguir a pie —dijo mi compañero cuando quedamos atascados en el tráfico de la Quinta Avenida.

Tomé la carpeta de los registros de propiedad y bajé de la patrulla, Jackson tras de mí. Corrimos entre los autos atascados en el tráfico hasta que logramos llegar al otro lado de la avenida. Los cláxones sonaron con estridencia, la patrulla se quedó abandonada en medio de la calle y eso causó un caos en la afluencia vial.

Jackson me tocó el hombro para indicarme que diera la vuelta en la siguiente esquina, entendí que era necesario perdernos entre calles si pretendíamos que nuestro escape fuese exitoso. Corrimos hasta que los pulmones nos obligaron a detenernos para recuperar el aliento.

—No podemos seguir corriendo sin rumbo fijo —dijo Jackson en cuanto su respiración se regularizó un poco—, tenemos que buscar un lugar y nuestros apartamentos no son una opción.

A mí mente vino el apartamento de Adrián, funcionaría como un buen lugar para tomarnos un respiro y planear qué hacer. Comencé a hacerle la parada a cuanto taxi pasaba frente a nosotros, pero no tuve éxito, todos iban ocupados. Jackson, que tenía menos paciencia que yo, aprovechó el tráfico y corrió hacia el taxi más cercano y abrió la puerta trasera.

—¡Policía de Nueva York, baje del vehículo! —gritó mi compañero con su placa en alto.

El pasajero que ocupaba el asiento trasero levantó las manos, asustado; Jackson lo tomó del brazo y lo obligó a bajar, luego se subió al taxi deprisa y yo tras él.

—A Hunts Point —le ordené al chofer, este arranco sin cuestionarnos, ni siquiera se atrevió a mirar por el retrovisor.

Cuando llegamos, saqué mi billetera y le dejé al taxista un billete de cinco dólares. Jackson se bajó del taxi y giró para observar en su totalidad la calle en la que nos encontrábamos.

—¿Qué demonios hacemos aquí? —cuestionó mi compañero mientras miraba hacia la cancha de basquetbol desde donde los pandilleros habían dejado de jugar para observarnos.

—No preguntes solo sígueme —le respondí y lo jalé del brazo para que me siguiera.

Golpeé la puerta de entrada del edificio con vehemencia, pasaron tres minutos hasta que una mujer entreabrió la puerta para asomarse, le mostré mi placa y ella agrandó los ojos, nerviosa.

—Solo déjenos pasar —le dije.

Con duda, la mujer abrió la puerta por completo y se hizo a un lado. Entramos y yo me apresuré para subir por la escalera, pero Jackson se quedó pasmado mientras observaba la decadencia del edificio.

—Date prisa —ordené.

Con la misma precaución que yo lo hice la primera vez que estuve ahí, Jackson me siguió hasta la tercera planta. No me molesté en golpear la puerta para que me abrieran, sabía que sería inútil, en cuanto estuve frente a la entrada grité: «Soy Jayden, ábranme».

Deja que anochezca [ONC]Where stories live. Discover now