EPÍLOGO

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29 de junio de 2015

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29 de junio de 2015.


Estoy frente a la tumba de Jayden, han pasado cuarenta y seis años desde la última noche en que nos vimos. Me enteré de su muerte cinco días después de que sucedió, cuando logramos llegar a Toronto, Canadá; Sasha leía el New York Times, y aunque intentó disimularlo, de forma inevitable, las lágrimas descendieron a brotones por sus mejillas en cuanto leyó la noticia en primera plana, Jayden tuvo el privilegio que los otros chicos asesinados no tuvieron: ser el hijo del comisionado y, gracias a ello, ser la noticia principal.

«Aparece sin vida en las inmediaciones de Central Park el cuerpo del hijo del comisionado Rivera», podía leerse en el titular de la noticia. Recuerdo haberle preguntado a Sasha por qué lloraba, ella negó y se limpió las lágrimas con desesperación, luego se aferró al periódico y quiso romperlo, y aunque se quedó con el pedazo de la parte inferior, logré arrebatárselo y pude leer el titular.

La sensación de vacío aún me enchina la piel y me paraliza como aquella primera vez que leí la noticia, a pesar de que han pasado tantos años un nudo sigue formándose en mi garganta cada vez que los recuerdos vuelven a trasportarme a ese día. Ahora tengo sesenta y cinco años, sé que estoy cerca de mi final y se supone que mi memoria debería estar deteriorada, que en esta etapa los recuerdos no deberían doler igual, sin embargo, mi memoria sigue intacta, no he olvidado a Jayden y creo que nunca lo haré, amaré y odiaré su sacrificio hasta el final de mis días.

Jayden mintió aquella noche que escapamos del Stonewall, pero eso yo no lo supe hasta más de un año después de su muerte, cuando fui capaz de leer a detalle el recopilatorio de notas y las investigaciones que Sasha hizo sobre el asesinato de nuestro amigo. Uno de los disparos de los que me protegió logró perforarle el costado izquierdo del abdomen, la herida no era visible por la chaqueta que llevaba puesta, y además él se esforzó por disimular; si no se subió al coche de Frank fue porque sabía que en cuanto descubriéramos que estaba herido haríamos hasta lo imposible por llevarlo a un hospital y eso solo hubiese frustrado el escape. Si logramos salir de Nueva York fue gracias a él, los minutos que nos dio de ventaja fueron determinantes.

Cuando me enteré de lo sucedido con Jayden, la depresión que ya padecía se intensificó, pero en aquel entonces la depresión no tenía nombre, solo quedaba sobrevivir como se pudiera, y fue lo que yo hice, sobreviví. La culpa por el asesinato de mi amigo Ryan me había llevado a un abismo, el saber que Jayden también fue asesinado no solo me hundió aún más en el abismo, sino que me ancló a él, fue como si hubiesen amarrado a mi pie una pesada piedra. Los primeros años en Canadá fueron complicados para mí, de cierta forma todos pudieron seguir con sus vidas: Toni e Isaac formalizaron su relación, se mudaron juntos cuando tuvieron el dinero suficiente y retomaron sus estudios, Toni consiguió graduarse como abogado, Isaac lo hizo como enfermero. Sasha, por su parte, luego de dos años de arduo trabajo en una fábrica de pescado, logró abrir el salón de belleza que siempre soñó, también encontró el amor en Justin, un hombre canadiense que conoció en el "Queen", el bar que Anna abrió en Toronto un año después de nuestra llegada.

Deja que anochezca [ONC]Where stories live. Discover now