CATORCE

267 37 1
                                    

No podía detener el dolor en mi pecho. Había sabido que algo no estaba bien. Lo sabía. Alguien como Jeon jungkook invitándome a salir era absurdo. Bueno, invitar a Jimin lo era. Había dejado a Jin por la mañana dirigiéndome a mi apartamento. Como siempre, mi ventana se encontraba abierta así que evité la puerta principal. Me quedé sentado frente a ésta algún tiempo y entonces empaqué una bolsa. 

Ahora estaba de pie delante del espejo mirando un billete de avión en mi mano, el que había comprado cuando había llegado a Nueva York: mi billete con retorno a Inglaterra. El que juré nunca usar. Estar con jungkook me había enseñado una cosa, necesitaba ir a casa. Mis padres, tanto como podrían ser controladores, seguían siendo mis padres. 

Llamé a un taxi y sentándome en éste mirando la ciudad que había llegado a amar. Necesitaba tiempo para pensar. Jungkook había dicho que me amaba. Podría realmente creer en eso, ¿sin embargo? Después de descubrir todo el asunto de la apuesta, no sabía ni siquiera quien era él realmente.  

¿Era el Kooky de Alabama o el Jeon jungkook gilipollas ejecutivo de una agencia enorme? Había conocido a ambos. Realmente me gustaba Kooky. Quería golpearle las pelotas a Jeon jungkook. 

Tropecé a través de la seguridad y hacia el interior del avión en algún tipo de aturdimiento. Me escondí en la parte trasera de éste y cerré los ojos. Nueve horas más tarde, me encontraba parado frente a la casa de mis padres. Estaba un poco preocupado de que estuvieran enojados conmigo por haber desaparecido durante dos años. La puerta se abrió revelando a mi madre de pie allí con una sonrisa en su rostro. Era un poco escalofriante.

—Bueno, ahora todo tiene sentido. 

Incliné la cabeza para mirarla. —¿Perdón? 

Mi madre me atrajo a un abrazo apretado y se lo devolví con fuerza. Se sentía maravilloso. Mis ojos se humedecieron mientras me sostenía. 

—Te he echado de menos, Jimin. 

Me aleje del abrazo sosteniéndola a un brazo de distancia. —Me has llamado Jimin, no James.

—Pasa. 

Caminé por la casa como si nunca me hubiera ido. Seguí a mi madre a la sala de té y tomé asiento. Me ofreció una taza. 

—Leímos el New York Times esta mañana. Tu padre pensó que habías creado un escándalo. 

—No lo hice. 

Me volví en el asiento para ver entrar a mi padre, sonriendo. 

—Hola, padre. —Me levanté, pero hizo un gesto para que me sentara de vuelta tomando asiento a mi lado. Me abrazó. Mis padres habían sido secuestrados por extraterrestres. Estaba seguro de ello. Mi padre ahueco mi rostro en sus manos. 

—Me gustó bastante tu look de punk rock. 

Parpadee. —¿Perdón? 

—Realmente no pensaste que no te buscaríamos, ¿verdad? — preguntó mi padre con una sonrisa. 

Mi madre se rio entre dientes. —A tu padre le encantaba jugar de ‘espía’ en Nueva York. Se volvió bueno en ello. 

Abrí la boca para hablar, pero mi madre me detuvo con una mano levantada. 

—Te amamos, jimin. Solo queríamos asegurarnos de que estuvieras bien. Tu padre y yo tuvimos una larga charla después de que te fueras. Nos dimos cuenta de que no tratamos con tus anuncios muy bien. Ambos te amamos mucho y si quieres permanecer en Nueva York y teñirte el cabello de rosa, bueno, estaremos bien con eso, también.

Sonreí. No pude evitarlo. —No soy ese tipo de gay, mamá. 

—Luces tan cansado, cariño. ¿Por qué no vas a la cama? 

APUESTA Onde histórias criam vida. Descubra agora