CAPÍTULO 17

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Sábado, 10 de Abril.


Cuando el despertador sonó, la mano de Daniela salió de debajo del edredón y lo apagó. Después su cabeza volvió a esconderse bajo las cálidas sábanas. Me pregunto qué haría falta para mantener a María José en la cama aunque sólo fuera durante una mañana. Bostezó y se levantó, girando la cabeza hacia el despertador. Las cinco de la mañana de un sábado. Nada puede ser peor que esto. — Ughh, hoy toca gimnasio. Gracias Dios, hoy no vamos a correr.

Contempló la idea de volverse a acostar cuando Ramón se acercó a ella desde los pies de la cama y apoyó la cabeza en su estómago. —Sí, lo sé, Ramón. Si no me gusta cocinar, no debería estar en la cocina. Vale, mensaje captado. Me levanto.

-Pero, al menos es tu día favorito de la semana. En unas cuantas horas los niños estarán aquí suplicándote que salgas a jugar, y así te podrán malcriar. —Ramón gruñó contento y su dueña le rascaba en la barriga. - Yo, en cambio tengo dos entrevistas telefónicas concertadas con algunos de los viejos profesores de instituto de María José. Podría ser interesante, ¿no? - Se imaginó a una adolescente María José, con unos brazos y piernas muy largas, alta y unos brillantes ojos verdes. Una sonrisa le vino a los labios.

Daniela rascó a su perro detrás de las orejas, buscando la energía para quitarlo de encima y ponerse su chándal dispuesta a ir a ver sudar a María José, Bueno la verdad es que esa última cosa no le costaba ningún esfuerzo. Rió suavemente.

Su atención fue apartada de esa imagen debido a una gran agitación en el pasillo. Ni una vez desde que vivía ahí había oído algo así. Parecía como si el mundo fuera a acabarse. Daniela saltó de la cama y se puse una bata sobre el pijama. Rápidamente se pasó las manos por el pelo, peinándose lo, y cogió sus gafas de la mesilla de noche.

El pasillo estaba lleno de agentes trajeados del Servicio Secreto. Asomó la cabeza y una mano la detuvo, hasta que el agente la reconoció y la dejó salir al pasillo.

Mezclados entre los agentes había miembros del personal médico. Estaban entrando y trayendo equipamiento médico hacia la habitación de María José. Por un momento, Daniela podría haber jurado que su corazón se había detenido.

—¿Qué...? — Se aclaró la garganta y lo intentó otra vez. — ¿Qué pasa? - Se apretó más la bata al cuerpo y ordenó a su estómago que parara de revolverse en protesta a lo que estaba viendo.

-La Presidenta no va a salir hoy, Srta. Calle. Puede volver a la cama si lo desea.

-No he preguntado si va a salir. He preguntado que, qué está pasando.

-No tengo la autoridad para decirlo, Srta. Calle - Michale Oaks le dirigió una fría sonrisa. Habían dejado de pretender que se caían bien hacía mucho tiempo. Y si la tuviera, le diría que no es de su incumbencia.

Un agente del Servicio Secreto golpeó a Michael en el hombro, y su atención se apartó de la biógrafa.

Daniela intentó asomarse por encima de los agentes, pero no era lo suficientemente alta como para asomarse a la antesala de la habitación de María José. Cogió a otro agente que pasaba por allí -¿Qué está pasando? ¿Está bien?

Se encogió de hombros y continuó su camino.

Unos ojos cafés iban de persona en persona, y oyó más agitación, voces de pánico que provenían de dentro de la habitación de María José. En ese momento lo único que pudo pensar fue...

Daniela empezó a gritar con todas sus fuerzas. —¡Emma! —

Sabía que si algo le pasaba a María José, la niñera estaría con ella.

Señora Peresidenta | CacheWhere stories live. Discover now