CAPÍTULO 27

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Miércoles, 16 de junio.

María José estaba atrapada en ese maravilloso espacio entre estar dormida y despertarse, donde el menor gesto te lleva hacia un lado u otro. Estaba teniendo el sueño más maravilloso: Daniela estaba en sus brazos, podía sentirla, olerla, y si buscaba con los labios, podía saborear su cálida y suave piel. Apretó la almohada más hacia ella. Pero con su siguiente respiro de pronto estaba más despierta que dormida.

El pánico se apoderó de ella cuando pudo sentir la suave respiración de su almohada contra su sensible piel. No te asustes, Poché! Es demasiado tarde! De acuerdo, no te acuerdas de nada después de lo del tatuaje. Pero eso no significa nada. Relájate. María José pudo oír unos pasos en el piso de abajo y por el ángulo de los rayos de sol que entraban por la ventana, podía asegurar que era, por lo menos, media mañana. Despiértala, pero no hagas nada estúpido. -¿Calle?

-¿Hmmmm? - Daniela murmuró apretándose más contra ella.

-¿Calle? Vamos, cariño. Es hora de levantarse.

Daniela negó con la cabeza y murmuró gruñonamente que no. - Vete - susurró, pero se apretaba más contra María José, presionando su cara contra el pecho de María José. Suspiró y empezó a bufar suavemente.

María José gimoteó. Se mordió el labio, unos escalofríos le bajaron por la espalda y se le puso la piel de gallina. Podría estar así durante un rato. ¿Qué habría de malo en ello? Recorrió con sus dedos el pelo alborotado y castaño de Daniela. Le encanta su sedosa textura.

Estaba a punto de intentarlo de nuevo cuando se oyó un golpe en la puerta, justo un segundo antes de que esta se abriera. - Poché, el desayuno está preparado y yo... - Marta se detuvo sorprendida mientras María José rápidamente se cubría con una sábana el torso desnudo y a la mujer que estaba durmiendo en sus brazos.

¡Mamá!

Los ojos de Daniela se abrieron de golpe, estaba oscuro. Podía sentir algo rozándole la mejilla. Su mente intentó identificar desesperadamente qué era. -Oh, Dios Mio! Un pezón! – gritó, agitándose salvajemente mientras María José la sujetaba.

La cara de María José se puso totalmente roja y su madre empezó a reírse sin parar. -Bueno, Poché querida, es bueno saber que reconoce las partes importantes! - La muier echó la cabeza hacia atrás volviendo a estallar en carcajadas. Cuando finalmente pudo recomponerse dijo, — El desayuno está preparado por si están interesadas. — La mujer continuó riéndose incluso cuando cerró la puerta. — Juan Carlos pon un par de platos en el horno, quizás tarden en bajar. Gracias a Dios!

María José gimió, intentando decidir quién la iba a matar primero. Sospechó que iba a ser Daniela.

Cuando María José finalmente aflojó el agarre de la sábana, la escritora prácticamente salió disparada de la cama, aterrizando en el suelo con un glorioso golpe sordo. Miró alrededor de la habitación. ¿La habitación de María José? En ese momento los acontecimientos de la noche anterior volvieron a su mente. — Tú - Daniela tragó saliva. — Estabas soñando.

María José no hizo ningún esfuerzo por moverse. Simplemente se reclinó con los brazos a los lados. - Aparentemente — Después de un momento añadió. — ¿Sabes, por casualidad, dónde está mi camiseta?

-Yo no te la quite! - Respondió Daniela a la defensiva. En ese momento se detuvo y miró fijamente el cuerpo semi-desnudo de María José, el cual, increíblemente, era incluso mejor a la luz del día que a la luz de la luna. — Joder Poché

María José se giró hacia un lado, cubriéndose con la sábana e intentando esconderla sonrisa que le provocó la obvia apreciación que Daniela estaba haciendo de su cuerpo. - No dije que lo hicieras. Puedes ir a ese armario detrás de ti y darme una camiseta? Sabrás que son mías porque llevan bordado en ellas el sello Presidencial - bromeó esperando que Daniela no estuviera tan a la defensiva.

Señora Peresidenta | CacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora