06. the attack.

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capítulo seis:el ataque

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capítulo seis:
el ataque.
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Olivia se había quedado en la casa de Sidney mientras esperaban a Tatum, listas para un plan de chicas que les sacara de la cabeza los acontecimientos que habían ocurrido los pasados días. Le había vuelto a pedir un día de asuntos propios a su jefe, y este se lo concedió dada la situación. No era algo fácil de digerir, ni aceptar. Que un asesino enmascarado andara suelto por ahí no era agradable. O eso decían en las noticias, que llevaba una máscara de fantasma.

Tate y Liv le habían bautizado como Ghostface.

La tarde había avanzado tan aburrida y las dos chicas estaban tan cansadas que acabaron quedándose dormidas en el sofá de la sala. Fue el teléfono fijo de la mesita el que hizo que las dos jóvenes abrieran los ojos. Sid se incorporó casi al instante, pero Tully apenas se removió, dándose la vuelta.

—Son más de las siete —escuchó que decía su acompañante. La pelirroja tuvo que decirle algo, porque siguió hablando—. Eso me tranquiliza.

—¿Quién es...? —preguntó una adormilada Olivia, mirándole con los ojos aún pegados. Le costaba despertar.

—Como quieras, pero date prisa.

La castaña estiró los brazos al aire, en un intento por desperezarse. Con su pierna acabó golpeando sin querer a su amiga, pero en lugar de quejarse, esta solo se rio, empujándola un poco. Miró a su alrededor para enfocarse y saber dónde estaba en esos momentos, y al despertar por completo, soltó un suspiro.

—Dice Tate que viene en un rato —contestó al fin. La otra chica asintió con la cabeza. Justo cuando dejaba el teléfono en su sitio, volvió a sonar. Sidney se molestó—. Tatum, ¿quieres salir de una vez?

Su rostro se descompuso por unos instantes. No era su amiga. Le había hablado mal a una persona desconocida. Se sintió algo avergonzada. Olivia se movió tanto que acabó volcada en el suelo al no controlar el borde del sofá. Maldijo.

—Randy, te has delatado. ¿Llamas desde el trabajo?

—Randy no llamaría desde el trabajo. El jefe revisa las llamadas —habló Liv, bostezando. Se sentó mejor en el piso y tembló un poco. Había cogido algo de frío al llevar manga corta.

Se puso en pie para acercarse a coger su chaqueta, colgada de una de las sillas. No era suya, Stuart se la había dejado ya varias semanas atrás. Se convirtió en su prenda favorita. Olía a él. Tan pronto como se la puso, sintió un calor agradable. Escuchó un ruido no muy lejos de donde se encontraba, lo que le hizo girarse en la dirección donde juraba haberlo oído. En la entrada.

De pronto, Sidney caminaba hacia allí. Olivia frunció el ceño, pero la siguió, unos pasos por detrás. No sabía qué pasaba, pero tampoco le contaba nada. Solo esperaba algo de contexto. Frotó uno de sus ojos de camino a la puerta.

—¿Qué pasa? —preguntó la castaña, cuando su amiga quitó el pestillo y se plantó en el porche de su propia casa. Miró a un lado y a otro, para finalmente girarse a ella.

—Un chiflado intenta gastarme una broma.

—Entonces cuélgale —se encogió de hombros Olivia, volviendo al interior. El frío de la noche no le resultó demasiado agradable.

—¡Jódete, cabrón!

El grito de Prescott retumbó en el aire poco después. Entró con enfado al hogar y cerró de un portazo, echando de nuevo la cadena para asegurar bien. Liv miró confundida a su compañera de clase y grupo. Y entonces, desde el final del pasillo, vio como la puerta del armario de la entrada se abría. De este salió una figura vestida de negro, con un cuchillo en la mano.

Los ojos de Tully se abrieron de golpe, viendo a su amiga tirada en el suelo, con el asesino. No sabía qué hacer. Estaba pensando. Ghostface cogió la cabeza de Prescott y la golpeó con fuerza contra el suelo, para luego levantar el arma en el aire.

—¡Eh, gilipollas! —gritó la castaña. El del disfraz giró la cabeza en menos de un segundo hacia la persona que había gritado. Sidney aprovechó para empujarlo. Su amiga gruñó.

Al intentar abrir la puerta, se odió a sí misma por haber echado el pestillo hacía apenas un minuto atrás. Retomó sus pasos y corrió escaleras arriba, echando antes un vistazo a su amiga, que seguía plantada y helada al final del pasillo. Ghostface pasó de ella y subió corriendo también. Olivia sintió enfado. ¿La había abandonado allí a morir? Acababa de largarse sin ella.

La invitada se agachó, haciéndose bola en una de las esquinas, cubierta por varios muebles. Allí donde no la vieran. Su pecho subía y bajaba, su corazón latía veloz. ¿La habría matado? Se escucharon unos pasos apresurados bajando de nuevo. Se acabó. Ahora iba a por ella.

Pero entonces, poco tiempo más tarde, oyó su voz.

—¡Espera, Sidney! ¿Dónde vas? ¡Sidney, vuelve aquí! ¡SIDNEY!

Era Billy. Olivia reptó unos metros para volver a asomarse al pasillo, con cautela. Se oyó gritar a Prescott, y luego varios policías entraron apresurados en la casa. Uno de ellos se acercó a Tully, acogiendo la cara entre sus manos y preguntándole una y otra vez si se encontraba bien. Ella asintió, sin decir palabra ninguna.

—¡Eh! ¿¡Pero qué hacéis!?

—¿Billy? —llamó Olivia a su amigo. Se levantó con dificultad del suelo y caminó hacia la entrada, viendo como bajaban al chico esposado—. ¿Qué estáis haciendo? ¿A dónde os lo lleváis?

—Apártese, joven. Nos lo llevamos a comisaria. Queda detenido.

—¿Detenido? ¿De qué estás hablando? —Liv frunció el ceño, negando con la cabeza.

—¿¡Se puede saber qué pasa!? —Loomis se dejó llevar hacia uno de los coches, pero no paraba de protestar.

No había podido ser él.

—¡Livy! —exclamó Sidney, acercándose a su amiga—. ¿Estás bien?

—Me dejaste ahí sola —murmuró Tully. Todavía no podía creer que la abandonara. El asesino podría haberse cebado con ella. En lugar de correr juntas, prefirió huir a su bola.

—¡Tenía miedo, Liv! Estoy... estoy temblando. No me puedo creer lo que acaba de pasar.

—¿Qué pasa con Billy? —señaló entonces al joven, quien seguía intentando entender por qué le detenían—. ¿Qué les has dicho?

—Tenía un teléfono. Se le cayó al entrar por la ventana.

—¿Y por tener un teléfono crees que ha sido él? ¿Estás loca, Sid? —la castaña miró hacia el coche patrulla, avanzando directa—. ¡Billy! No ha sido él, Dewey. El que nos atacó bajó corriendo. Lo escuché. No pudo haber sido él.

—Olivia, es tarde y estáis en shock. Lo mejor que podemos hacer es llevarlo a comisaria para asegurarnos que de verdad no ha sido él, ¿está bien?

—¡Y una mierda! No estoy en shock, sé lo que ha pasado ahí dentro. ¡No ha sido Billy, Dewey! —protestó. No sirvió de nada.

—Lo siento. Es lo más seguro.

Liv negó con la cabeza, terminando de acercarse al joven. Loomis miró a su amiga con expresión preocupada, mientras era empujado al asiento trasero del coche patrulla.

—No he sido yo, Livy. Créeme.

—Lo sé —dijo ella. Echó una rápida, y mala, mirada a Prescott y luego se despidió del chico—. Saldrás pronto. No te preocupes. Hablaré con Stu y con tu padre. Te sacaremos de allí lo más rápido posible.

devilish ; screamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora