18. dad.

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capítulo dieciocho:papá

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capítulo dieciocho:
papá.
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—Así que la hija de Stu Macher y Olivia Tully.

La voz de Gale Weathers captó la atención de la joven, quien al segundo alzó el mentón para dirigirle la mirada. Luego volvió a agachar la cabeza. No sabía qué se suponía que debía decir a partir de ahí. Desde los asientos de arriba aún podía admirar al altar dedicado a todos los asesinos de esos años atrás.

—Había olvidado por completo que tuvieron una niña, si te soy sincera —continuó la mujer, sentándose junto a la más pequeña. Esta se encogió, fijándose en Samantha, que desde la parte inferior, la miraba.

—Mis abuelos me han ocultado esa parte de mí toda la vida. Lo único que sabía era que hicieron algo malo, que mi madre murió y que mi padre fue mandado a la cárcel. Ahora que ha salido de allí todo se ha puesto patas arriba —murmuró. Jugó con un par de pieles en sus dedos y tiró de una de estas.

—Querrían protegerte. Por eso se fueron todos de Woodsboro.

—Leí un par de artículos. Tú estuviste allí esa noche.

—Yo mandé a tu madre al hospital. Fui yo la persona que le disparó —habló. Robin le dedicó toda su atención—. Sí, estuve allí. Nunca me sentí tan muerta y viva al mismo tiempo. Solo eran unos críos —negó con la cabeza.

—Unos críos que mataron a gente —apuntó la menor. Gale formó una sonrisa nostálgica en sus comisuras.

—Creo que no fueron conscientes de lo que vendría después de sus atrocidades.

—¿Crees que es él, Gale? Stuart.

—¿Ghostface? —preguntó, girando la cabeza para ver a la rubia. Ella asintió lento, esperando una respuesta—. Stuart hizo cosas horribles en el noventa y seis, cosas que ningún estudiante de último año debería si quiera pensar. Pero pude hablar con él varias veces en la cárcel, para sacar alguna que otra entrevista. Al principio me odiaba a muerte por disparar a su chica, pero acabamos manteniendo una relación madura cuando le chantajeé con pasarle información sobre ti.

—No es un buen hombre. Eso es lo que dice mi abuelo.

—No lo es, mató a muchas personas de formas desgarradoras —añadió. Luego soltó un largo suspiro, como si hubiera algo más. Y lo había—. Pero eso que llevas en la cara —señaló los puntos de la herida, con el índice, sin acercarse demasiado—... me hace pensar que Stuart no está detrás de todo esto. Es alguien más. Llegué a pensar que ninguno de los que hizo todo aquello tuviera sentimiento alguno, pero las veces que hablé con Stuart me demostró que no era así. Tú sí le importabas, sin conocerte de nada. También lo hacía Olivia.

—Casi te mataron. ¿No estás enfadada? ¿No tienes miedo de él?

—Lo tuve, durante mucho tiempo. Hubo una temporada donde ni si quiera era capaz de salir de casa. Pero Dewey, un muy buen amigo mío, me enseñó a no temerle a los monstruos.

—Gale... Si él no es Ghostface, ¿quién es? —preguntó con preocupación. Habían vuelto a un callejón sin salida.

—No lo sé, Robin. Pero encontraremos a ese cabrón y haremos que pague. Mira esto, cada vez estamos más cerca.

Una pila de cajas se desplomó en el suelo a unos metros de las dos chicas. Ambas miraron casi al segundo, descubriendo a Ethan intentando recoger lo que que había tirado sin querer. Gale sonrió a Robin, le ofreció un apretón de mano y luego se fue del lugar. Solo quedaron los dos jóvenes.

El rizado sonrió nervioso hacia su novia, y acabó acercándose del todo, para luego sentarse en el asiento de su izquierda. Rob se dejó resbalar un poco, apoyándose en su hombro. La pareja se tomó de la mano, y pudo sentir como Landry se aferraba fuerte al agarre.

—Estos días están siendo de locos —comentó por lo bajo el chico. Ella asintió, antes de suspirar una vez más. A este paso se quedaría sin aire—. Lo has hecho bien ahí abajo.

—Eso espero.


— o —


Leyó el mensaje de su abuelo preguntándole si estaba bien. Habían visto las noticias, estaban preocupados. Ella respondió con un "todo bien, vuelvo en un rato" y luego bloqueó el teléfono antes de colocarlo boca abajo sobre la mesa del local donde estaba cenando. Terminó de masticar su hamburguesa y dio un sorbo a la bebida.

Sus ojos subieron hacia la pantalla de la televisión, en la esquina del lugar. Una camarera pasó por su lado, dedicándole una amigable sonrisa. Robin se la devolvió. De vez en cuando solía pasarse por allí para tomar algo. Ahora que no quería pisar su casa, el establecimiento le parecía un lugar perfecto.

La campana sobre la puerta de la entrada sonó. Alguien acababa de entrar. El hombre caminó directamente a la barra, pidiéndose un café para llevar. Luego miró a la mesa frente al cristal, donde la joven Kushner cenaba tranquila. Algo se encogió en su pecho.

Sin llamar mucho la atención, se acercó a ella. Se sentó al otro lado de la mesa, sin preguntar, acomodándose en el sofá. La mirada de la rubia se desvió de la televisión al hombre que tenía delante, extrañada. Sus orbes lo examinaron despacio.

—¿Necesita algo? —cuestionó ella. Pese a sentirse algo nerviosa, no dudó en sonreírle como buen gesto.

—Tienes que tener cuidado, Robin.

La voz del hombre fue ronca, dura. Incluso algo brusca, pero no borde. La rubia frunció el ceño, pidiéndole que repitiera lo que acababa de decirle, como si no le hubiera escuchado bien. Claro que sí le había oído perfectamente. Y entendido mejor aún.

—¿Nos conocemos? —preguntó despacio. Sabía su nombre, y no se lo había dicho.

—No tienes que fiarte de nadie.

—No sé de qué me está habland-.

—Ghostface. Es uno de tus amigos, estoy investigando. Ten cuidado.

Robin borró poco a poco la sonrisa modesta en sus labios, hasta que desapareció por completo. Segundos antes había estado negando, pero ya no. Empezó a mirar mejor sus facciones, queriendo reconocer al hombre de gorra y barba canosa. Llevaba unas gafas puestas, aunque esos ojos azules, casi grises, se le hacían conocidos. Los había visto antes.

El desconocido le tendió un papel doblado. Ella lo observó. Había un número escrito en el mismo.

—Llámame si ocurre el menor problema o te sientes en peligro —tan pronto como dijo eso, se levantó de la mesa. Pagó el café en la barra y echó un último vistazo a la joven que seguía con los ojos pegados a él.

—Stuart... —habló por lo bajo. Ni si quiera era una pregunta. El hombre asintió una sola vez con la cabeza.

—No le digas a nadie que nos hemos visto. Eso solo te pondría más en peligro.

devilish ; screamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora