16. family problems.

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capítulo dieciséis:problemas familiares

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capítulo dieciséis:
problemas familiares.
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—Ya está la cena —pronunció la abuela de Robin, dejando los últimos dos platos sobre la mesa. Siempre cenaban demasiado pronto.

La rubia caminó directa a donde sus abuelos se encontraban tomando asiento, y se dejó caer en una de las sillas, con el rostro aún serio. Algo que su abuelo detectó casi al segundo en el que puso los ojos en su nieta. No habían hablado demasiado desde la charla del otro día, y ahora que sabía quiénes eran sus padres, se sentía con náuseas.

Cogió el tenedor y removió el arroz preparado, mezclándolo con el tomate frito. Luego se llevó un puñado a la boca, saboreándolo bien. Antes de dejar caer el cubierto y mirar a sus tutores legales.

—¿Podemos hablar? —preguntó. Los dos adultos se miraron entre ellos, para finalmente asentir con la cabeza—. Quiero saber quién es mi padre, abuelo. Sé que la idea no te gusta en absoluto. Tampoco a ti, nana, pero de verdad me gustaría escuchar por vosotros mismos por qué huisteis y dejasteis todo atrás para venir aquí hace años.

—La mesa no es un lugar donde hablar de problemas familiares —murmuró el hombre. La rubia negó con la cabeza, haciendo una mueca.

—Creo que es el mejor momento para tener esta conversación, como tres personas adultas que somos.

El de cabello canoso dejó ir una risa aireada, con cierto sarcasmo. Robin frunció el ceño en su dirección.

—Tú no eres una persona adulta.

—¿No? ¿Y qué soy según tú, abuelo?

—Por favor, tengamos la cena en paz —intervino la mujer, sabiendo que se avecinaba una discusión. El tema de Stuart había revuelto todo, como un huracán avisa con su viento previo.

—Eres una niña.

—Una niña que ya va a la universidad. Una niña que ya tiene cierta edad como para afrontar con una perspectiva madura lo que su padre hizo tan mal. Necesito saber de dónde vengo.

—No vamos a hacer esto aquí. Ni ahora. Te lo hemos dado todo durante estos años, a cambio de no volver a levantar el pasado. Se acabó.

—Por favor... —la anciana insistió.

—No es justo, nana. Yo no accedí a nada. ¿Por qué no puedo saber de dónde soy? ¿Quiénes son mis padres? ¡Solo os pido que me contéis la verdad!

—Lo sé, cariño, pero tu abuelo no quiere que...

—¡He dicho que se acabó! —gritó el señor. Un golpe seco contra la mesa hizo callar a las dos chicas presentes. Robin se levantó, arrastrando la silla hacia atrás. Un chirrido molesto sobre el suelo retumbó entre las cuatro paredes.

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