CAPITULO TRES: VERGUENZA

2 0 0
                                    


CAPITULO 3: VERGÜENZA

Por momentos se me escapa el hecho de que siento una pequeña pero muy, muy pequeña, atracción por mi maestro de literatura francesa. A lo mejor no es atracción, quizás porque compartimos el mismo deseo de escudriñar. A diferencia de muchos otros alumnos y profesores que solo asisten porque es una obligación: así sea para conseguir su pago mensual o para lograr conseguir el título universitario.

—Perdone, maestro, estoy un poco distraída. — me excusé y dirigí a mi silla.

—¿Distraída? Tú estás mucho más allá. — el comentario vino de atrás pero no giré la cabeza, no le iba a dar el gusto.

Aunque los ojos del maestro se vieron puestos en mí, intenté que él no se diera cuenta de lo nerviosa que estaba. Que no se percatara de como yo estaba intentando encontrar la forma de evitar sus ojos. ¡ Maldición! ¿En qué momento llegué a sentirme atraída por este hombre? ¿Un hombre que me lleva por lo menos ocho o diez años de diferencia?

Sí, es cierto, es uno de los más jóvenes en la plantilla de los profesores, pero eso no significa que él vaya a estar con una menor.

En muchos Estados sigo siendo menor, aunque tenga diecinueve años.

—¿Qué estabas pensando? —Fue la pregunta de Lucrecia, que se acercó a mí nada más acabar la clase—, ¿En serio estás atraída por el profesor?

Mis pasos se detuvieron y la miré con la mochila a medio cerrar.

—¿De qué estás hablando? —Pregunté casi en un susurro. Los estudiantes seguían pasando a nuestro alrededor, pero ella también estaba detenida, mirándome con una sonrisa lobuna. Como si ella supiera el mejor secreto de todos.

Lucrecia Méndez, de ascendencia mexicana, nacida y criada en manhattan con un aire de superioridad asombroso. Su ropa y maquillaje a las ocho de la mañana era una prueba más de que para ella las apariencias lo eran todo.

Sin embargo, aunque teníamos ya dos meses viéndonos, ella nunca me había dirigido la palabra. Al parecer yo no era lo suficientemente popular. Así que me extrañe, será completamente válida y mi reacción por igual.

—¿De qué estás hablando? —Volví a preguntarle completamente asustada. —¿No me estás diciendo que...?

—Que todos saben cómo te quedas boba mirando al profesor. — Ella vuelve, sonríe y se esconde un mechón detrás de la oreja. Su cabello es rubio y sedoso. Lo lleva largo por la cintura. —No te avergüences, todas nos hemos enamorado de algún profesor en algún momento, sin embargo, eres la tímida de la clase y estoy segura de que eres virgen. ¿o me equivoco?

El color rojo tiñó por completo mi cuerpo. De repente era un tomate andante.

Abrir la boca para hablar, pero nada salía. A través de esta, la mujer me miró enarcando una de sus cejas perfectamente depiladas y pintadas.

—Se te nota en la cara, querida, no tienes por qué ocultarlo. —Dijo ella. Sonriéndome de nuevo, dando un vistazo de arriba abajo comenzó a caminar en dirección a la salida. —¡Habla conmigo si en algún momento quieres salir del caparazón! — dijo elevando la voz mientras contoneaba sus caderas de forma sugerente.

No sabía qué decirle, ¿debía agradecerle porque me había puesto en sobre aviso de que todos ya sabían la extraña atracción que sentía hacia Joseph? ¿Aceptar su ayuda para "salir de mi caparazón"?

No es una extraña atracción, la voz en mi cabeza salió a defenderme y a la vez a martillarme. Ella bien lo ha dicho todos en determinado momento nos hemos sentido atraídos por un ser mayor, por una persona conocedora y madura.

UN REY SIN SU ANGEL: LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora