Llegaron a la hora del postre. Luka la sorprendió con unas fresas bañadas en chocolate envinado. Estaban para chuparse los dedos. Emma pidió un té y él un café para acompañar. Luka vio como los ojos se le dilataban cuando probó las fresas. No tuvo más remedio que pedir un segundo plato. Ella se negó, pero él la quería consentir. Quería todo para ella. Quería verla sonreír por él. Le gustaba cómo se mordía el labio cuando estaba nerviosa o cómo se lamía el exceso de chocolate derretido que caía por su boca. Él estaba fascinado.
Esa noche nada podía salir mal. Había visto a Emma mucho más tranquila y quería sacarla de su ambiente laboral. Quería que se relajara, pero esa sólo era una excusa. Lo que en realidad quería era salir con ella y pasar todo el tiempo posible a su lado.
─ ¡Estas fresas están deliciosas! ─exclamó emocionada.
─Ya lo noté. ─Se acercó hacia ella y le limpió el resto de chocolate con un dedo.
Emma se avergonzó, pero aún más cuando vio que él se metía el dedo en la boca para limpiar el resto del chocolate.
─Sí, están deliciosas ─coincidió.
Emma no pudo evitar reír. Él tomó una de las fresas y se la llevó a la boca. Era uno de los mejores postres del lugar, no esperaba menos. Nunca había hablado tanto como esa noche. Con Emma todo era mucho más fácil. Lo hacía sentir cómodo y seguro. Él podía hablarle de lo que fuera. Y lo que más le gustaba era que ella lo escuchaba a él. Emma era una chica muy dulce y divertida. Siempre que estaba con ella sonreía, y no podía creer que una chica como ella fuera tan tímida, tan insegura. Luka quería saber más de ella. Quería pasar más y más tiempo con ella.
─Hola, Luka ─dijo una voz de mujer.
Emma alzó la cabeza. Una mujer alta, delgada y rubia estaba de pie junto a la mesa. Tenía el cabello ondulado y muy bien peinado. Emma se preguntó cuántas rubias habría en su vida. Sus ojos, azules, destacaban con las sombras cafés y los labios rojos. Traía puesto un vestido azul ceñido al cuerpo, corto, que mostraba sus piernas torneadas y bronceadas. Se le veía muy sofisticada. Emma jamás podría verse de esa forma. En realidad, era muy guapa.
─Gloria...
Emma apartó la mirada de la chica para centrarse en la de Luka. Él parecía estar enfadado. Conocía esa mirada y sabía que nada bueno iba a pasar a continuación. Luka se puso de pie, con el ceño aún fruncido, y la miró furioso, diciéndole que se fuera.
─ ¿Qué haces aquí? ─preguntó molesto.
─Pasaba por el lugar y te vi ─dijo mirando a Emma.
─Emma, ella es Gloria. Una amiga.
─Mucho gusto ─sonrió Emma.
─Humm ─dijo desdeñosa ─. ¿Quién es ella? Y qué raro es que me presentes como tu amiga, Luka.
Gloria se le acercó a dos centímetro de la boca. Emma juró que le habían rosado los labios. Apartó la mirada, incómoda.
─Emma, en seguido regreso ─dijo Luka, tomando del brazo a Gloria.
─Sí... ─murmuró Emma con las sobras de la fresa que estaba comiendo entre los labios.
Luka arrastró a Gloria al otro lado del restaurante. No quería que Emma escuchara nada de lo que hablaran. De hecho, él quería que se fuera cuanto antes de ahí. Estaba pasando una velada maravillosa con Emma y no quería que Gloria la arruinara. Tenía tiempo que no la veía. Ella lo había estado buscando, pero siempre que recibía un mensaje suyo o alguna llamada, los ignoraba. No quería verla, no tenía ninguna necesidad. Él estaba feliz de tener a Emma con él y no quería que ella interfiriera en lo que fuera que él estuviera creando con Emma. Estaba enfadado. No quería verla, pero tendría que dejárselo más claro que el agua. Ella sabía que al estar con él, no tendrían ninguna atadura; es decir, su relación era meramente física. Él se lo advirtió cuando empezaron, tiempo atrás, y ella había aceptado.
ESTÁS LEYENDO
Señorita Mojitos
RomanceEmma Quivera es una editora que ama su trabajo y es gracias a esto que consigue un ascenso en la fiesta de aniversario de su editorial. Su mejor amigo, Roger, la incita a soltarse el pelo esa noche. Lo que empezó con un mojito, terminó con vómito en...