Emma estaba segura de que aún no llegaban al centro y ya estaba muriendo de calor. Varias veces quiso abrir la puerta y bajarse del auto, pero sabía que el clima de afuera estaría mucho peor. Poco a poco fue quitándose la ropa. Terminó con la falda y una playera de tirantes que Luka había empacado para ella. Incluso se quitó los zapatos. No podía entender cómo la gente podía vivir en un lugar así. Te acostumbras después de un tiempo a este tipo de clima, pero ella tenía tanto calor que ansiaba meterse con todo y ropa a la piscina.
─ ¡Qué calor hace!
─Deja poner el aire.
Emma sintió al instante el aire soplando en su cuello y agradeció cerrando los ojos.
─Gracias. Eso está mejor.
─Cuando bajemos del coche vas a sentir el cambio.
─No me importa. Por el momento puedo estar fresca.
─Ya había olvidado el calor que hacía aquí.
─ ¿Ya has venido antes?
─Sí. Venía cada dos meses por asuntos de trabajo, pero luego optamos por hacer video llamadas.
─Entiendo...y, ¿por razones personales?
─ ¿Te refieres a si he traído a una mujer aquí?
─ ¡Yo no dije eso! ─gritó sonrojada.
─Pero era eso exactamente lo que querías decir. ─Luka sonrió ─. Y la respuesta es no. Sólo por trabajo.
En cuanto Emma vio el letrero del hotel, sintió muchas ganas de ir al baño. Se rehusó al principio para bajar del auto, pero sus ganas de ver el lugar fueron mayores. Sólo tuvo que abrir un poco la puerta para sentir la ráfaga caliente y la humedad del clima. El estacionamiento estaba lleno de carros y esperaba que no hubiera tanta gente. Le gustaba salir de vacaciones, pero no era muy propensa a pasarlas alrededor de un montón de gente. La única vez que había ido a Mazatlán había sido con su familia, muchos años atrás, y la pasó muy bien a pesar de estar siempre rodeada de gente.
─ ¿En qué parte de Mazatlán estamos?
─Frente a la playa junto a la Marina de Mazatlán.
─Este lugar es precioso.
Emma sintió el aroma a mar en el ambiente. Al instante de bajarse del auto, el sudor comenzó a recorrerle el cuerpo. Todo el lugar era un paraíso. La vegetación y la tranquilidad fue lo primero que llamó su atención. Emma se acercó a la cajuela para sacar sus maletas, pero Luka le dijo que las dejara ahí. Ella se encogió de hombros y se acercó a él para seguirlo por el camino que los llevaría a la entrada del hotel. Había arena y piedras en el suelo. Un montón de árboles y palmeras adornaban el lugar.
Siguieron el camino de piedra hasta llegar a la entrada, en donde se encontraban dos hombres y una mujer detrás del mostrador. Había una sala de estar con más de diez sillones de todos los tamaños, pero en la misma gama de color. Las paredes eran inmensas, dando una sensación de que podía tocar el cielo. En todas las paredes había ventiladores y cuadros de imágenes del lugar. Parecían hechas a mano.
Luka se acercó a uno de los hombres de la entrada.
─Buen día, señor. ¿En qué puedo ayudarlos?
El acento del hombre hizo que Emma sonriera. Era cubano. Tenía la piel morena y los ojos negros como el azabache. Les sonrió con amabilidad. Si Emma no hubiera estado derritiéndose en ese momento, probablemente le hubiera devuelto el gesto con la misma efusividad.
─Buenos días. Tengo una reservación a nombre de Luka Blair.
─Claro que sí, señor. Déjeme checarlo.
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Señorita Mojitos
RomanceEmma Quivera es una editora que ama su trabajo y es gracias a esto que consigue un ascenso en la fiesta de aniversario de su editorial. Su mejor amigo, Roger, la incita a soltarse el pelo esa noche. Lo que empezó con un mojito, terminó con vómito en...