Tratados de la Discordia

Origen

Tras aquella terrible pesadilla, esa mañana Eryndor volvió a hundirse entre los libros que se encontraban esparcidos por todos los rincones de su enorme e impresionante biblioteca. Aquella era la habitación más grande de toda la casa, situada en el ático y repleta de grandes ventanales para que la luz del sol llenara todo el espacio de aquel cuarto, haciendo que la sala fuera luminosa y agradable.

Las estanterías que se alineaban en cada pared se extendían desde el suelo hasta el techo, y estaban llenas de libros de todas las formas y tamaños, algunos tan antiguos que parecían a punto de desmoronarse. Los libros estaban organizados de manera impecable, colocados por orden alfabético o por tema, lo que permitía una búsqueda fácil y rápida.

El suelo estaba cubierto por una suave alfombra que absorbía el sonido, lo que daba la sensación de estar en un lugar muy tranquilo. En el centro de la habitación había una mesa de lectura de madera maciza con varias sillas cómodas, perfectas para sentarse y sumergirse en la lectura.

Las paredes estaban adornadas con algunos cuadros y una chimenea de piedra se encontraba en una de las paredes laterales, que en invierno proporcionaba calor y un ambiente acogedor mientras se leía.

Entre sus manos, Eryndor tenía un libro antiguo y desgastado entre sus manos. A pesar de que aquella era, sin duda, su habitación favorita de toda la casa, le estaba consumiendo por dentro llevar tantos días encerrado en ella sin obtener ninguna respuesta. Había perdido la cuenta de los libros que había leído durante esos meses en busca de una solución, algo que le indicara el modo de arreglar el desastre que estaba ocurriendo en sus tierras. Tal era su desesperación que sus lecturas se habían remontado hasta el inicio de los tiempos. Aquel libro que tenía entre las manos, el que parecía que en cualquier momento se iba a desvanecer y convertir en polvo, trataba sobre el origen del mundo y de la magia. Eryndor tenía la esperanza que el origen de la magia le diera alguna pista de cómo podía volver a traerla de vuelta, recuperar la magia que sus compañeros estaban perdiendo.

Al principio, todo era oscuridad y silencio. No había nada, solo un vacío sin fin. Pero en ese vacío se encontraba una fuente de energía cósmica, una fuerza primordial que contenía todo el potencial del universo.

Esta energía, al moverse y mezclarse en el vacío, comenzó a formar corrientes y remolinos, dando lugar a la creación de planetas, estrellas y galaxias. Uno de esos planetas es el que ahora proclamamos como nuestro.

En un principio, el mundo era un lugar oscuro y vacío. No había vida ni seres que lo habitasen. Pero un día, una gran explosión cósmica iluminó el cielo, y con ella, surgió una energía mágica que cubrió todo el planeta.

En ese mundo recién creado, la magia se convirtió en algo natural, una fuerza que fluía a través de todo lo que existía. Las plantas, los animales, el aire, el agua, todo estaba impregnado de esa magia. Pero aquella energía mágica sentía que a su pequeño y recién nacido planeta le faltaba para terminar de ser perfecto y, entonces, aparecieron los primeros seres mágicos, seres que nacieron con la capacidad innata de controlar y manipular esa magia. Cada ser mágico tenía una habilidad especial, una magia única que le permitía manipular el mundo a su antojo. Había seres que podían controlar el fuego, otros que podían crear agua a partir del aire, y otros que podían hacer crecer la vegetación en cuestión de segundos. Con el tiempo, los seres mágicos comenzaron a explorar y estudiar más a fondo el poder de la magia, y descubrieron que podían crear conjuros y hechizos para controlar y manipular la realidad a su voluntad. Y así, la magia evolucionó, y los seres mágicos se convirtieron en los maestros de la creación.

Estos seres mágicos, de formas y tamaños variados, eran los guardianes de la magia en el mundo. Con su conocimiento y habilidades, creaban y mantenían el equilibrio en la naturaleza, asegurando que todo estuviera en armonía.