Capítulo 19

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Cuando abrí los ojos, lo primero que pensé es que estaba muerta. Había tanta luz blanca que parpadeé varios segundos para acostumbrarme a ella. Me dolían los ojos, sentía que los sentía secos, pero, aun así, traté de mantenerlos abiertos. Observé que estaba en una habitación de hospital. No podía confundir las máquinas o la camilla en donde estaba recostada. Mi brazo se encontraba entubado y vestía una bata de hospital que mostraba mis brazos desnudos con algunos moretones a la altura de mis muñecas, también había rasguños y manchas rojas.

Quise levantarme rápidamente pero por un segundo me mareé.

-Tranquila, Sophie -dijo una voz demasiada conocida para mí-. Tómatelo con calma.

Por puro susto, jadeé con horror al ver a Miriam en el sillón de al lado. Sentada y mirándome.

-¿Cómo es que estás aquí?

-Una chica... Cathy, llamó al celular de Kael. Él había salido pero dejó su celular en casa. -Su voz se escuchaba desalentadora. No quise mirarla a los ojos. Apostaba a que ya lo sabía todo-. Ella te encontró.

Me dolía el cuerpo entero, pero, aun así, intenté moverme.

-No hagas mucho esfuerzo, Sophie.

A pesar del dolor, y del vacío que sentía, me alegraba de estar aquí. Lejos de Patrick, de donde sea que estuviera ahora.

De pronto, la puerta se abrió revelando a Cathy. Ella me miró y una sonrisa apareció en su rostro al verme despierta.

-Hola, Sophie. Llamaré a la doctora. -Dejó dos cafés en el marco de la ventana y volvió a salir.

Un dolor agudo empezó a palpitar en mi abdomen cuando quise sentarme. Miriam al instante se levantó para ayudarme a elevar el respaldar de la cama con un botón. Cuando estuve acomodada como quería, ella ya no sentó, sino que se quedó de pie frente a mí.

-¿Desde cuándo, Sophie?

Su pregunta dolía.

Era la clase de pregunta que uno nunca sabe cómo responder. No es como si alguien llevara la cuenta desde el día en que tu marido empieza a golpearte. Solo sucede. Y cuando ocurre, nadie toma nota en el calendario marcando la fecha. Así que supones que la respuesta a esa pregunta es cuando ocurrió el primer golpe. Pero no era así. Ocurre mucho antes. Porque la agresión es de a poco. Y lo mío fue así.

-No lo sé -respondí con sinceridad. El primer golpe ocurrió hace poco. Pero, ¿las veces anteriores? ¿Los insultos, los ataques verbales, el empujón? Todo eso cuenta.

-¿Por qué nunca lo dijiste? -Su pregunta era curiosa, sin reclamo o indignación.

Y eso solo me recordó a mí misma.

Recordaba cuando era más pequeña y siempre veía a los Durand renegar contra su padre. Yo siempre me preguntaba: ¿por qué Miriam nunca decía nada, por qué se quedaba callada?

Ahora lo entendía todo, en carne propia. El miedo del qué dirán. El miedo que nadie te crea. El miedo a lo que pasaría si llegaras a confesar. El miedo por el que tu esposo te siga maltratando cuando se entere de que hablaste. El miedo de no saber cuál será tu destino luego. El miedo de llegar a un juicio. El miedo de lo que tus padres dirán.

Había mucho miedo en mí.

-No lo sé -volví a contestar, demasiado cansada como para poner una excusa o negar los hechos.

Esta vez cuando la puerta se abrió, era Kael. Inmediatamente mi ritmo cardiaco aumentó.

-¿Qué haces aquí? -susurré, rogando que esto fuera una pesadilla.

Corazones fracturados | ✓Where stories live. Discover now