Capítulo 50

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Abrí los ojos horrorizada. Patrick estaba a un par de metros de mí. Con ropa normal, un jean viejo, zapatillas, y abrigo negro. Quise gritar, correr lo más posible o hacer cualquier cosa. Pero ya no podía pensar solo en mí o en mi bebé, dentro de la casa estaban Ela y Alen. No podía delatarlos.

-¿Qué... cómo... estás aquí? -tartamudeé por el horror. Se suponía que Patrick iba a estar preso dos años, no meses.

Se acercó y yo por tratar de demostrar mi valentía no retrocedí. Solo apreté los sobres en mis manos. Su rostro estaba demacrado, tenía ojeras bajo los ojos y con el cabello sucio, aunque ligeramente más largo y sin afeitarse. En resumen se le veía acabado, destrozado, con muy mal semblante.

No quería correr y entrar en la casa porque podría seguirme y no quería que Alen lo viera, o viceversa. Así que me fundí en valentía y me planté firme en mis pies. Los consejos de la doctora Abney brillaban en mi mente por su ausencia. Estaba paralizada con el horror de verlo de nuevo frente a mí.

-Resulta que el juez es un buen amigo mío al que le gusta el dinero -explicó con voz ronca, parecía borracho por las pupilas dilatadas y rojas. Aunque bien podría estar drogado-. Pague mi fianza para salir libre. Eso fue como hace tres semanas, desde entonces, he estado por ahí.

No dio más detalles. Si no que se mantuvo en silencio y me miró de arriba abajo con fijación. Yo estaba temblando pero no lo hice notar. A los violentos les gustaba ver cómo su víctima se retorcía de miedo. Era su disfrute. Yo lo sabía.

-¿Y qué haces aquí? -susurré. La puerta abierta de la casa estaba a tres metros de nosotros. Si Ela, o Alen (Dios no quiera) se acercaban, Patrick los vería. Y no quería que algo les pasara. Con una mano libre bajé mi mano a mi bolsillo para palparlo pero recordé haber dejado mi teléfono en mi bolso, justo al lado de mi ropa sobre mi cama en mi habitación.

-Cuando salí lo primero que hice fue pensar en ti. En cómo habías arruinado mi vida así que pensé en dar una vuelta para hacerte una visita. Me enteré por los demás en el pueblo que te fuiste de aquí, así que me alegré cuando volví a escuchar que regresaste. Y embarazada. -Bajó la mirada a mi panza, la que se notaba porque no usaba abrigo y solo mi blusa de maternidad.

Su historia no concordaba mucho. Porque si él hubiera salido libre Beck, el alguacil, o incluso mi abogado me hubiera llamado para avisarme. Pero no había ocurrido. Así que este pago de fianza que él decía era algo por lo bajo, lo que significaba que el juez era un corrupto que había recibido coima de Patrick. Era la única explicación. Y él se había escondido bien para no ser visto por alguien en el pueblo. Como dije, todo lo que pasaba aquí no era secreto.

-Tienes que irte. -Ignoré sus palabras y miré a la calle. Todo el lugar estaba en silencio y no había nadie afuera, excepto por nosotros. Con este frío invierno nadie se animaba a salir a la calle, así que mis esperanzas porque alguien nos viera se deslizaron de mis manos-. Kael e...

-No está. -Terminó de decir cuando de mi boca estaba a punto de decir que se encontraba en casa. Una mentira como aquella podría haberlo hecho correr en dirección contraria, pero él ya lo sabía. Sabía la verdad. Sonrió viéndose desquiciado-. Me enteré de que se fue del pueblo y no ha sido visto en meses. Qué suerte la mía.

Vale, ahora sí estaba aterrada. Sus palabras denotaban alegría. Él parecía tener algo en mente porque su tranquilidad estaba intacta, como si todo esto él lo hubiera calculado, planeado a la perfección. Gracias a sus anteriores palabras pude entender que él me había estado siguiendo desde que regresé aquí.

No sabía cómo iba a hacer para que se fuera, o para que no me hiciera nada. Sólo pensaba en mi bebé y en Alen. Nos les podía pasar nada a ellos.

Corazones fracturados | ✓Where stories live. Discover now