Capítulo 49

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Dos meses después mi panza era algo que no se podía ocultar. Estaba ya de cinco meses y ni siquiera una blusa ancha podía disimular mi embarazo. Tuve que contarles a mis padres de aquello. Mamá se puso a llorar de felicidad mientras mi padre tenía una mueca en el rostro. Él no estaba muy feliz de saber que estaba embarazada del hombre que se fue, pero le aseguré que Kael no sabía nada de mi embarazo antes de partir. Tal vez todo hubiera cambiado si se lo contaba ese mismo día. No planeé hacerlo hasta el día siguiente, pero ya saben qué sucedió ese día al despertar.

Mis sesiones con la doctora Abney dieron resultado, y también terminaron. Cuatro meses con ella fueron dignos del cambio que había dado. No exactamente en mi personalidad, todavía seguía siendo yo misma. Pero las cosas con Patrick, y Kael, las veía de diferente manera. Todo lo que viví, todo lo que pasé, me había hecho más fuerte. Ya no pensaba como hace seis meses lo hacía. Mi perspectiva de las cosas había cambiado. Ya no tenía aquellas pesadillas con Patrick. Tampoco miraba sobre mi hombro cada cierto tiempo cuando caminaba por la calle. Y mucho menos pensaba en mi pasado con rencor. Había aprendido a soltar los recuerdos malos para llenarlos con los buenos.

Había aprendido a quererme a mí misma por sobre todas las cosas. Eso aún estaba en proceso, pero estaba más cerca a lograrlo que cuando la doctora me habló de aquello por primera vez en su consultorio.

Mientras manejaba el auto de vuelta a Ruther Glen pensé en todas aquellas cosas que aprendí con ella, y me alegró saber que era bastante. Mis padres gastaron gran cantidad de dinero con mi terapeuta, debido a que mi dinero lo había metido a una cuenta bancaria a plazo fijo, sin poder gastar algo de allí. Mis planes para el futuro eran diferentes ahora. Con este bebé en camino mi vida había dado un gran giro. No estaba preocupada en lo absoluto por lo que pasaría luego. Tenía suficiente dinero como para comprar una casa, porque la anterior, la que estaba frente al lago, la inmobiliaria pudo venderla rápidamente debido a su exquisita ubicación. No sabía quiénes eran los nuevos propietarios, para mí lo importante era que ya no me pertenecía.

Ni siquiera me puse nerviosa cuando media hora después pasé la señal de bienvenida a Ruther Glen. Solo respiraba tranquilamente mientras veía pasar las casas hasta llegar a la de Kael. Cuando estacioné en la acera vi que su camioneta estaba allí. Me trajo el recuerdo cuando lo llevé justo a este lugar para que la recogiera. Ahora ese recuerdo parecía haber pasado hace mucho.

Mis dos maletas que traje conmigo estaban en la parte trasera, pero las dejé para llevarlas más tarde. Ahora solo quería hablar con Ela. Faltaba muy poco para que Kael llegara, si es que no lo había hecho ya, y las ansias de verlo eran enormes. Lo había extrañado tanto que siempre buscaba leer su carta, y hasta un día me animé a leérsela a mi bebé tocando mi vientre con la esperanza de sentirlo patear. No tuve esa suerte.

Como no era la dueña de este lugar, no legalmente, decidí tocar el timbre como lo haría cualquier persona. Esperé pacientemente a que alguien abriera. Era más de mediodía, había almorzado en casa de mis padres despidiéndome de ellos con la promesa de volver a verlos, y luego partí en el viaje. Una hora más tarde seguía sin estar nerviosa por volver aquí. Mientras observaba la puerta de la casa, no mostré ninguna expresión cuando esta se abrió, revelando a Ela. A una Ela muy despeinada. Su boca se abrió al verme allí frente a ella. Llevó una mano a su boca.

-Hola -saludé sonriéndole como si fuera una vieja amiga. Ella jamás me dio motivos para desconfiar, o incluso para caerme mal. Era muy reservada, y poco conversadora conmigo, pero me caía bien.

-Dios mío, Sophie, pensé que no te volvería a ver -admitió con la voz ronca. Parecía que recién se hubiera despertado. Como esta casa era de Kael y mía antes que ella viniera, empujé la puerta para que me dejara pasar. Lo hizo, aún estupefacta.

Corazones fracturados | ✓Where stories live. Discover now